Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Jueves 23 de marzo de 2017
La decisión de la OPEP de reducir su producción con el fin de apuntalar los precios, tomada el 30 de noviembre pasado y acogida días más tarde por Rusia y otros países exportadores, rindió sus frutos. Desde los primeros días de diciembre de 2016 los precios de los crudos marcadores experimentaron sólidos aumentos, elevándose el precio del WTI en más de un 17% y el del Brent en un 19% con respecto a los niveles de fines de noviembre, haciendo que durante más de tres meses esos precios se hayan mantenido en torno a 53 dólares por barril para el primero y 56 dólares para el segundo.
Sin embargo, desde el 7 de abril pasado, y durante las últimas dos semanas, los precios se han debilitado, a pesar de los anuncios de altos voceros de Arabia Saudita y de otros representantes de la OPEP sobre su intención de mantener los recortes de producción durante el segundo semestre de 2017. Ello se ha debido, por una parte, a los altos inventarios de crudo en los Estados Unidos, los cuales están en niveles próximos al máximo alcanzado en las últimas tres décadas, así como a la reactivación esperada de las exportaciones de petróleo de Libia, que habían bajado debido al cierre de producción de algunos campos por conflictos armados internos, para lo cual están reiniciando operaciones dos de sus principales puertos.
Si bien esos dos factores restrictivos pueden considerarse transitorios y circunstanciales, pudiendo dejar de tener relevancia en el futuro inmediato, hay otro factor de mayor importancia que puede jugar un papel esencial en la estabilidad de los precios internacionales en el corto y mediano plazo. Me refiero a la producción de los crudos de lutitas, o shale oil, en los Estados Unidos, la cual se vio severamente constreñida por el desplome de los precios internacionales durante la segunda mitad de 2014 y su ulterior estabilización en niveles muy inferiores a los existentes hasta mediados de ese año. Los altos costos de producción que caracterizaron a estos crudos no convencionales en los inicios de sus operaciones hacían que su extracción solo fuera rentable con elevados precios. Sin embargo, eso ha cambiado substancialmente, pues se ha logrado reducir esos costos de forma apreciable, haciendo que en varias zonas de los Estados Unidos hoy sea rentable la extracción de esos crudos con los precios actuales. Eso ha llevado a varios expertos a sostener que si los miembros de la OPEP y otros países productores de crudos convencionales insisten en restringir la producción con el fin de apuntalar los precios, van a ver frustradas las posibilidades de lograr ese objetivo, pues el incremento de la oferta de shale oil lo impediría, pudiendo sufrir estos países reducciones de sus cuotas de mercado en favor de los productores norteamericanos de crudos no convencionales. Por ello, para estos expertos no sería de extrañar que los precios se mantengan en los niveles deprimidos actuales por un tiempo prolongado.
De ser esto cierto, Venezuela podría verse severamente afectada, pues vería frustradas sus esperanzas de que aumente el precio de su cesta petrolera con el fin de incrementar su ingreso de divisas, el cual se ha reducido grandemente, no solo por la debilidad de los precios, sino también por la contracción de la producción de crudos y, en consecuencia, de sus volúmenes de exportación. Adicionalmente, a más largo plazo, hay factores preocupantes que podrían afectar nuestras ventas externas, ya que la posible desregulación de las actividades petroleras en los Estados Unidos, anunciada por la nueva administración, así como la conclusión de la construcción del oleoducto Keystone, que llevaría 800.000 barriles de las arenas bituminosas de Alberta, Canadá, a las costas del Golfo de México, podrían generar severas limitaciones a las exportaciones venezolanas hacia ese país, nuestro principal mercado tradicional que paga puntualmente el petróleo que nos compra.