Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 23 de julio de 2005
La poca diversidad y la alta dependencia de nuestra economía de una actividad tan volátil como la petrolera, la hacen particularmente vulnerable a adversidades externas. La historia reciente nos enseña que los períodos de altos precios de los hidrocarburos vienen seguidos por tiempos menos favorables, que en algunos casos alcanzan proporciones críticas cuando colapsan los valores de exportación. Las políticas de franca expansión de gasto público en los años de bonanza condenan a la economía a sufrir crisis de importancia en las fases de adversidad, ya que la caída, o incluso la estabilidad, de los ingresos de exportación, combinada con la incertidumbre y el deterioro de las expectativas, llevan a la necesidad de implantar ajustes dolorosos, caracterizados por la devaluación de la moneda y por la astringencia fiscal y monetaria, lo cual genera recesión, desempleo, inflación y empobrecimiento.
De allí que la prudencia es lo que debe prevalecer en los años de altos ingresos, por lo que es necesario que en Venezuela se mantenga un fondo de estabilización macroeconómica que se alimente con parte de los dólares petroleros adicionales que se reciben en los tiempos de altos precios, para así disponer de recursos con qué cubrir las brechas que se presentan en los tiempos de escasez.
Sin embargo, lo que hoy se está haciendo es algo muy distinto. El crecimiento desmedido del gasto público ha llevado al gobierno a endeudarse masivamente y a exigirle al BCV el traspaso de unas utilidades cambiarias ficticias, a pesar de los ingresos substancialmente mayores que está recibiendo, no sólo del petróleo, sino también de las actividades económicas internas. Como si eso fuera poco, se le exigirá al instituto emisor transferir al fisco seis millardos de dólares de las reservas internacionales para cubrir parte de sus erogaciones, implicando esto, por una parte, una reducción importante del ahorro externo y del patrimonio del BCV y, por la otra, el distanciamiento de la prudente política de guardar para la adversidad.
Es fácil imaginar la crisis que se está gestando, y que se materializaría incluso con la simple estabilización de los ingresos petroleros, llevando al gobierno a implantar un ajuste o, lo que sería peor, a financiar la enorme brecha fiscal con dinero inorgánico, opción esta última que, a la larga, generaría unas consecuencias inflacionarias demoledoras.