Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 21 de mayo de 2012
Nuevamente Grecia pone en jaque a la economía mundial. El pequeño, pero altamente endeudado país europeo pudiera salirse de la zona del euro, creando una crisis cuyas dimensiones son difíciles de prever, pero que pudieran ser de grandes proporciones para Europa y para la economía global. El fuerte repudio interno a las medidas de austeridad económica que se han anunciado como condición para que ese país siga recibiendo asistencia financiera de Alemania y de otros países, y el resultado de las próximas elecciones a celebrarse en junio próximo, ha creado serios temores acerca del eventual abandono del euro de ese país, generando retiros masivos de fondos de sus bancos ante la inminente devaluación que una acción de ese tipo produciría, ya que los depósitos en euros serían convertidos a la nueva moneda, definitivamente más débil. De allí los anuncios más moderados de la Sra. Merkel acerca de la dureza del condicionamiento alemán, y la decisión de seguir ayudando a Grecia para evitar que ésta abandone el euro, compromisos que han sido secundados por el nuevo presidente de Francia, François Hollande y por el presidente del BCE, Mario Draghi.
Pero, ¿por qué tantos temores y angustias? Una eventual salida de Grecia del euro podría generar desconfianza acerca del compromiso de otros países europeos altamente endeudados, como Irlanda, Portugal, y principalmente España e Italia, de seguir honrando sus obligaciones, produciéndose ventas masivas de sus bonos que deprimirían notablemente sus precios y encarecerían abruptamente el costo de nuevo financiamiento. Ello crearía severas consecuencias económicas y sociales, ya que los necesarios reforzamientos de austeridad fiscal profundizarían la recesión que éstos padecen, y elevarían los ya altos niveles de desempleo, exacerbando así los fuertes rechazos populares que a diario se manifiestan. Adicionalmente, ello elevaría las presiones sobre los países fuertes de Europa, como Alemania y Francia, donde también se rechazan las medidas de austeridad, y se demandan políticas públicas orientadas al estímulo económico. En general, se podría producir una situación recesiva en el viejo continente, que limitaría las posibilidades de exportación y crecimiento de otros países, particularmente de los emergentes, con consecuencias adversas sobre los precios de los productos que exportan, los commodities entre ellos.
Ahora bien, hay que preguntarse qué tan probable es que los griegos decidan abandonar el euro en el futuro próximo. Creo que a la larga privará la sensatez, porque tomar una medida de esa dimensión a la ligera, además de generar las consecuencias negativas para Europa y el mundo, ya mencionadas, podría significar una debacle para ese país. La reintroducción del dracma como moneda nacional implicaría una masiva devaluación que reduciría abruptamente el patrimonio de sus nacionales, y contraería el poder de compra de sus remuneraciones debido al aumento abrupto de los precios. Las empresas endeudadas en euros o en otras divisas se verían en serias dificultades para honrar sus compromisos o para tener accesos a los insumos de origen externo que requieren para su producción. Los bancos que sobrevivan a los masivos retiros de fondos que ya están sufriendo, se verían severamente limitados para otorgar créditos, escaseando el financiamiento para capital de trabajo o para la inversión, situación que se agravaría por la imposibilidad de acceder al financiamiento internacional. No obstante, la devaluación ayudaría a Grecia a elevar sus exportaciones de bienes y a atraer turismo, lo cual se traduciría en un respiro, pero no lo suficientemente robusto como para neutralizar los efectos recesivos e inflacionarios que se materializarían.
Como se ve, el mundo atraviesa una difícil situación que podría generar consecuencias muy adversas. Ojalá se pueda evitar caer en una nueva crisis como la de 2008, de la cual aún no terminamos de recuperarnos.