Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 22 de noviembre de 2010
Cuando comenzaron los procesos de estatalización de empresas muchos empleados de las firmas afectadas, particularmente los obreros, hicieron demostraciones de júbilo, manifestando su complacencia por pasar a trabajar para el Estado, ya que estaban convencidos de que el nuevo patrono mejoraría su situación laboral. El caso de Sidor fue emblemático, recordándose las manifestaciones de complacencia de los líderes sindicales de esa empresa por la decisión gubernamental, ya que consideraban que el gobierno socialista, que trabaja para el pueblo y a favor de los trabajadores, iba a mejorar las condiciones de trabajo de todo el personal. Los resultados, sin embargo, fueron muy diferentes. Hoy los mismos líderes sindicales que apoyaron, y en algunos casos instigaron la estatalización de la empresa en la que trabajaban, ahora reniegan del gobierno, ya que plantean que los trabajadores fueron engañados, y que su situación ha empeorado de forma ostensible.
Todos los días vemos en la televisión protestas laborales de trabajadores con franelas rojas que se dirigen al Presidente, diciéndole que ellos lo han apoyado, pero que le exigen que les paguen lo que les debe el nuevo patrono. ¿Será que eso es pura manipulación mediática? Definitivamente no. Esas son reclamaciones legítimas y bien fundamentadas, ya que muchos de esos trabajadores no se han beneficiado de ajustes salariales por largo tiempo, a pesar de la altísima inflación que se padece. En otros casos, como el de los enfermeros, les pagan sueldos miserables que no les permiten adquirir los bienes necesarios para satisfacer sus necesidades más básicas. En varias de esas empresas estatalizadas las convenciones colectivas llevan vencidas mucho tiempo, sin que el nuevo empleador dé signos de estar dispuesto a iniciar un nuevo proceso de negociación. En otros casos, a los trabajadores les han suspendido el seguro de HCM, a pesar de que ellos hacen contribuciones periódicas para pagar las primas respectivas, presionándolos para que acudan a Barrio Adentro, en vez de a clínicas privadas, cuando tengan un problema de salud. En otros, en los que los trabajadores son accionistas de la empresa, no les pagan dividendos desde hace mucho tiempo. También es frecuente el flagrante incumplimiento de la promesa estatal de que todos los trabajadores que laboraban en las empresas antes de la toma de control por el Estado lo seguirán haciendo, siendo dramáticos varios casos, como el de los trabajadores de las empresas que prestaban servicios a PDVSA en la costa oriental del lago, que perdieron su empleo sin tener mayores posibilidades de conseguir un nuevo trabajo.
Adicionalmente, el gobierno es quizá el peor empleador, ya que paga sueldos de miseria. De acuerdo a datos del BCV, el poder de compra de las remuneraciones percibidas por los trabajadores del sector gubernamental ha caído 15,3% entre el tercer trimestre de 2009 e igual período de 2010, mientras que el de los que laboran en el sector privado se ha contraído en 1,8% en el mismo lapso. ¿Quién es entonces el mayor explotador?
Con razón vemos ahora que los trabajadores son los primeros que se oponen a las expropiaciones, o mejor, a las expoliaciones de compañías por parte del Estado, quien en abierta violación del derecho de propiedad y arguyendo razones falaces, se apropia arbitrariamente de empresas. Esto, además de afectar a sus legítimos dueños, quienes en muchos casos no reciben la compensación debida, perjudica profundamente a quienes laboran en ellas.