Tomás Polanco Alcántara

Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 22 de marzo de 2003

 

Normalmente, quienes escriben notas póstumas son personas que han tenido una dilatada relación con el personaje homenajeado.  No es este el caso de mi trato con Tomás Polanco Alcántara, el cual se puede catalogar de breve, ya que se produjo durante los últimos años de su vida.  Si bien conocía la obra y la trayectoria profesional de este ilustre venezolano, no fue sino en 1998 cuando entré en contacto directo con él, a raíz de la invitación que le hiciéramos en la Cámara Venezolano-Americana de  Comercio e Industria (VenAmCham), para que, conjuntamente con otros distinguidos historiadores como Simón Alberto Consalvi y Edgardo Mondolfi, colaborara en la elaboración de un libro sobre las relaciones de Venezuela y los Estados Unidos de América, obra extraordinaria que sirvió para celebrar el quincuagésimo aniversario de esa organización.

De las múltiples reuniones y tertulias que tuvimos desde entonces, no sólo me pude formar una idea clara de su calidad profesional e intelectual, sino también de su rigurosidad como investigador, y de su extraordinario conocimiento de la historia de nuestro país.  Esas cualidades intelectuales, combinadas con su condición de conversador afable y conciso, hacían realmente amenas esas tertulias, de las que se extraía un rico acervo de ideas y enseñanzas.

Otro aspecto que resaltaba desde los primeros contactos que con él se tenía era su condición humana, aflorando de inmediato su ilimitada caballerosidad, jovialidad y agudeza.  Su prodigiosa memoria se manifestaba en el inagotable glosario de simpáticas e interesantes anécdotas e historias de otras épocas y personajes, las cuales contribuían notablemente a crear en torno a sí un ambiente ameno y en algunos casos jocoso, sin que en ningún momento él perdiera la imagen de hombre serio que lo caracterizaba.

Recientemente sus hijos decidieron publicar un escrito que les escribió su padre cuando sentía la cercanía del fin, en el que les daba una serie de recomendaciones, o más bien de recordatorios, acerca de los principios que siempre debían observar.  En ese texto Tomás Polanco plasmó lo que él fue en lo personal: un hombre íntegro, familiar y desprendido, que en todo momento se guió por sólidos principios morales, éticos y sociales.

Con su partida, Venezuela no sólo perdió a uno de sus historiadores más prolijos, sino también a uno de sus más ilustres hijos.

 

Imagen: gooddreads.com