Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 1 de junio de 2002
Después de más de dos años de un autoimpuesto retiro de esta columna, me es particularmente grato volver a entrar en contacto periódico con mis lectores. Poco antes de encargarme de la presidencia de la Cámara Venezolano Americana de Comercio e Industria (VenAmCham) en enero de 2000, decidí suspender transitoriamente mis declaraciones profesionales en los medios de comunicación, y retirarme temporalmente de mi condición de columnista regular de El Universal, ya que consideré imposible diferenciar ante el público mis opiniones personales de aquellas que emitiera en mi condición de vocero de una organización con tanta presencia pública y peso en nuestro país, como esa. Habiendo entregado la presidencia de VenAmCham en enero pasado, vuelvo a tener la oportunidad de emitir mis opiniones sin que las mismas se puedan interpretar como las de esa organización.
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Sin duda alguna, las expectativas juegan un papel fundamental en el acontecer económico de cualquier país. A esto es a lo que se refería mi buen amigo y colega del IESA, Felipe Pérez, cuando dio sus primeras declaraciones como nuevo ministro de Planificación. En esa oportunidad nos dijo ’Si todo el mundo cree que la cosa va a ir bien, la cosa va bien, y si todo el mundo cree que la cosa va a ir mal, la cosa va mal. Por eso no pueden ir predicando por ahí que la cosa va a ir mal…’. A lo que se referia Felipe era que las expectativas del público sobre el desenvolvimiento de la economía tenían que ser positivas para que así se lograra un resultado económico favorable, cosa con la que estoy en pleno acuerdo. Sin embargo, no hay que perder de vista que las expectivas se forman en base a lo vivido, o a las experiencias recientes, y sinceramente pienso que el calvario en el que hemos estado viviendo los venezolanos durante los últimos años no contribuye a la formación de expectativas positivas.
Por el contrario, el discurso divisionista, amenazante, amedrentador y autoritario, combinado con la serie de decisiones reflejadas en muchos de los decreto-ley insertos en la Ley Habilitante de noviembre pasado, así como la distorsión cada vez más profunda del sistema de administración de justicia , y la ausencia de independencia de los poderes públicos, han creado un clima de incertidumbre que en nada ha contribuido a que los agentes económicos se formen las expectativas positivas a que se refiere Felipe. Se hace imperativo un cambio radical, no sólo en materia de política económica, sino de conducción del país, para que se generen las tan necesarias expectativas favorables.
Creo que los esfuerzos de comunicación y diálogo que están promoviendo los nuevos ministros de la economía son muy positivos, pues ello puede traducirse en una contribución importante a la creación de un ambiente favorable. No obstante, se requiere mucho más que eso para que los agentes económicos se convenzan de que, a futuro, las cosas irán mejor. Ojalá obtengan buenos resultados de su esfuerzo, pues el éxito que ellos tengan será el de todos los venezolanos.