Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 4 de octubre de 2003
En días recientes hemos escuchado las optimistas perspectivas de los voceros del gobierno, quienes anuncian una sólida recuperación económica a partir del cuarto trimestre de 2003. Según ellos, se producirá un rebote que volverá a sacar a flote el submarino para luego transformarlo en un potente F-16, tal como sucedió en el año 2000, aun cuando en forma efímera.
Sin embargo, si bien es cierto que en el próximo trimestre se producirá un crecimiento de importancia en comparación con igual período del año precedente, ello no será el resultado de una saludable y robusta recuperación, sino más bien el efecto de comparar el endeble y abúlico desempeño económico actual con el del último trimestre de 2002, el cual se puede catalogar de dramático debido a la práctica paralización que se sufrió durante diciembre de ese año. Un fenómeno similar ocurrirá en el primer trimestre de 2004, ya que durante los tres primeros meses de 2003 se produjo la mayor contracción económica de la historia contemporánea de Venezuela.
En otras palabras, el repunte que nos predicen no será el producto de una sólida recuperación, sino más bien el resultado de comparar una situación de estancamiento, como la actual, con otra de profunda depresión, como la que se vivía a fines de 2002 y comienzos de este año. Nada de qué jactarse.
Para que esta economía vuelva a experimentar un sólido y sostenido crecimiento se necesita mucho más que el simple estímulo fiscal que el gobierno está tratando de implementar a través de la expansión del gasto público. Es indispensable que el sector no gubernamental, y en él incluyo a empresarios, trabajadores, asociaciones de vecinos, comunidades de profesionales y muchas otras agrupaciones, unan fuerzas con el gobierno para sacar al país del marasmo en que se encuentra. Papel crucial le toca jugar a la inversión privada en ese proceso, ya que es a través de esos gastos de formación de capital que se crean fuentes de trabajo, requisito básico para que se estimule el consumo, crezca el ahorro, y se revierta el fatídico y recurrente proceso de empobrecimiento que padecemos.
Pero para que ello ocurra se requiere crear las condiciones propicias, lo cual exige, entre otras cosas, un cambio radical de las políticas públicas, pasándose de la confrontación, la división y la regresión a la institucionalidad, la legalidad y la inserción en la modernidad.
Imagen: Libertario.es