Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 21 de agosto de 2004
Recientemente tuve la oportunidad de conocer a un importante político pakistaní, quien me comentó sobre un grave, pero muy común error que con frecuencia cometen los políticos y gobernantes de los países del Tercer Mundo, al limitarse a presentar los logros alcanzados por la aplicación de políticas públicas, sin preguntarse cómo se reflejan éstos en las grandes masas populares. De poco sirve, decía nuestro amigo, que se logren altas tasas de crecimiento del PIB, que las reservas internacionales alcancen niveles elevados, o que se mantenga el equilibrio fiscal, si el grueso de la población no percibe que aquellos logros macroeconómicos les llegan a ellos. Eso explica por qué en muchos casos, candidatos progubernamentales pierden elecciones estrepitosamente, a pesar de que las gestiones precedentes, que ellos defienden y que prometen continuar, son consideradas técnicamente exitosas.
Este comentario está muy en línea con lo que hemos vivido recientemente en Venezuela. La popularidad de Chávez ha mostrado un repunte sostenido durante el último año, a pesar de que la gestión gubernamental reciente ha sido realmente pobre desde el punto de vista económico y social. En efecto, a pesar del aumento exponencial de la pobreza, de la caída continua del salario real, de la situación precaria del sector laboral, de la inexistencia de fuentes de trabajo y de la inseguridad desbordada que existe, particularmente en los barrios más pobres de nuestras ciudades, los segmentos más desposeídos de la población, donde recaen con más fuerza aquellas calamidades, son los que le han brindado al Presidente un apoyo creciente. Eso se explica por la percepción que ellos tienen que el gobierno, a través de las “misiones”, se está ocupando de ellos.
Sabemos que esos programas sociales, con todas sus imperfecciones y distorsiones, no solventarán el grave problema de la pobreza que padecemos, solución que sólo se logrará en el largo plazo a través de la implantación de un programa integral de desarrollo que, entre otras cosas, estimule la inversión generadora de empleo en forma sostenida y efectiva. Sin embargo, éstos juegan un papel importante de corto plazo en el manejo de la crisis, pues, además de paliar algunas penurias urgentes, crean la expectativa, justificada o no, de que las cosas comienzan a mejorar. Eso, sin duda, genera dividendos políticos. Quien no lo crea, que vea su alrededor.
Imagen: venezuela-us.org