Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Jueves 15 de enero de 2015
El comportamiento de la economía venezolana en 2015 será muy adverso. El notable agravamiento de los desequilibrios que se vienen padeciendo desde hace varios años en el ámbito fiscal, cambiario, monetario y financiero, petrolero y real debido a la irresponsable inacción gubernamental, a la continuada implementación de políticas públicas erradas, y al desplome de los precios petroleros que se ha materializado desde mediados de 2014, pintan un cuadro muy aciago para el año que recién se inicia.
Como tantas veces lo hemos advertido, la no atención de aquellos desequilibrios ha traído consecuencias muy negativas. Las restricciones para acceder a las divisas cada vez más escasas, la negativa gubernamental a implementar los necesarios ajustes cambiarios, los severos e irracionales controles de precios y de otra índole que se han impuesto, la continuada actitud hostil a la iniciativa económica privada, y los cada vez más exiguos resultados productivos de las empresas expropiadas por el Estado, agravaron el año pasado los problemas de desabastecimiento y de restricción de la actividad productiva, al punto de generarse una caída de 4% del PIB. Ello, combinado con la dislocada expansión monetaria debido al desequilibrio fiscal y al masivo financiamiento de gasto público deficitario por el BCV, generó un notable recrudecimiento inflacionario y una contracción de las remuneraciones reales, lo cual afectó a toda la población, pero particularmente a los más desposeídos.
Como ya se dijo, el comportamiento económico de 2015 luce muy complejo y adverso. Los graves desajustes que se han acumulado, combinados con el desplome de los precios petroleros, llevan a concluir que hoy luce como inevitable e inminente la implementación de una serie de medidas de ajuste con el fin de afrontar la grave situación. Ello, sin duda, generaría consecuencias dolorosas. El desbalance fiscal obliga a la revisión de las tarifas de los servicios públicos, al incremento del precio de la gasolina, a posibles aumentos de impuestos o implementación de nuevos tributos, y a la racionalización del gasto gubernamental, medidas estas que tienen inmediatas consecuencias inflacionarias y recesivas.
Por otra parte, la agudización del desequilibrio cambiario debido a la altísima demanda de dólares y a la menor disponibilidad de divisas, agravado por el desplome de los precios petroleros, lleva a la necesidad imperiosa de ajustar los tipos de cambio oficiales, lo cual implicará una importante devaluación del bolívar. Esto también generará presiones inflacionarias debido al encarecimiento de los productos foráneos, de los que tanto dependemos, así como un efecto recesivo por la disminución de la capacidad de compra de los ingresos de los venezolanos y las consecuentes restricciones de demanda.
También se hace necesario limitar la liquidez, para lo cual es fundamental eliminar el pernicioso financiamiento de gasto público deficitario por el BCV, así como estimular la producción a través de incentivos a la inversión, eliminación de controles de precios absurdos que condenan a productores y comerciantes a trabajar a pérdida o con márgenes exiguos, y la reversión de las expropiaciones o expoliaciones de empresas por parte del Estado. En otras palabras, es necesario dar un giro de 180 grados en el manejo de lo económico. De no hacerlo, e insistir el gobierno en mantener el camino errado de la inacción por temor a las consecuencias políticas que los ajustes tendrían, sobre todo en un año electoral como 2015 en el que se elegirá a los nuevos miembros de la Asamblea Nacional, podría tener consecuencias catastróficas con desenlaces traumáticos en lo económico y en lo político.
Tenemos por delante tiempos irremediablemente muy difíciles. Si se aplican los ajustes necesarios, este año tendremos alta inflación, recesión aún más intensa, desempleo y mayor pobreza, pero si no se implementan estos las consecuencias serían aún peores y más traumáticas.