Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Viernes 21 de mayo de 1999
Como era lógico esperar, en su discurso sobre los cien primeros días de gobierno el presidente Chávez hizo referencia a una serie de hechos positivos, nada escasos, por cierto, que han sucedido durante ese lapso. Mencionó, entre otras cosas, la caída de las tasas de interés, la subida de la Bolsa de Caracas, el repunte de los bonos venezolanos en los mercados de valores internacionales, la mejora de la balanza de pagos y la recuperación de las reservas internacionales. También hizo referencia al incremento de los precios petroleros, diciendo que el mismo era producto de la acertada política que había seguido Venezuela en materia energética, concertadamente con otros países productores, y no a ninguna guerra o factor externo como había sido el caso en el pasado. Creo que en esta materia el Presidente olvidó la recuperación de las economías asiáticas y el conflicto bélico en Yugoslavia, que sin duda han contribuido a apuntalar los precios, hecho que, a su vez, ha influido decididamente en la evolución favorable de las variables externas y de los valores venezolanos en los mercados locales y foráneos.
Hizo también referencia el Presidente a la menor inflación que hoy padecemos, realidad por demás positiva, pero que no es producto de una política económica orientada al abatimiento de ese mal, sino de la dramática caída que ha sufrido el consumo privado debido a la profunda recesión y al alto desempleo que actualmente se padece.
Pero no es la intención de este escrito darle o quitarle méritos a la administración de Chávez por lo que ha acontecido durante los primeros cien días de su gestión, ni determinar si esos hechos se deben a la euforia de los agentes económicos debido a que el Presidente demostró que no era tan diabólico como lo pintaban, o a la confianza que su gestión ha inspirado. Más bien lo que quiero es alertar sobre el complejo y espinoso camino que tenemos por delante, y sobre la necesidad de que el manejo de la difícil cuestión económica, política y social se haga con gran tino y acierto.
En varias ocasiones he planteado la necesidad de que se establezca un nuevo plan de desarrollo que redefina los objetivos a alcanzar en materia política, económica y social, y establezca las estrategias y políticas a seguir para alcanzar aquellos objetivos. Ese gran cambio se tiene que caracterizar por la implantación de unas reformas estructurales profundas en distintos ámbitos como el Estado, la educación, la salud, la seguridad social, la administración de justicia, la descentralización y otras.
Esa no es una tarea fácil, ni se culmina en breve tiempo. Por el contrario, la misma exige una planificación muy detenida, con múltiples objetivos y prioridades de corto, mediano y largo plazo, y su implementación requiere del esfuerzo de muchas personas e instituciones, las cuales tienen que trabajar coordinadamente bajo el liderato de un equipo responsable del proceso.
Ese equipo, a su vez, tiene que estar formado por personas de alto nivel, con elevados niveles de capacitación, con criterios e ideas claros y con objetivos comunes y bien integrados. Sólo así estará en capacidad de definir la visión que nos debe guiar, los objetivos que debemos perseguir, y las estrategias a implantar para alcanzarlos. Ese grupo, obviamente, tiene que ser el equipo de alto gobierno, sobre el que recaerá la responsabilidad de liderar el proceso, y hacer que todos los miembros de la sociedad unan esfuerzos y jueguen los papeles que les corresponden en el nuevo proceso de desarrollo.
Como se ve, lo que el gobierno de Chávez tiene por delante no es cosa de poca monta. Por el contrario, si la actual administración está decidida a afrontar el reto que de ella esperamos los venezolanos, muchas son las acciones que tendrá que emprender con decisión y sin titubeos, con una visión clara y coherente y con un norte muy bien definido.
Ojalá que lo que se logró en los primeros cien días de gobierno con relativo poco esfuerzo, y en algunos casos como producto de la buena suerte, no lleve a muchos de los dirigentes de la actual administración a pensar que gobernar es más fácil de lo que se creía. Dejarse llevar por esa ilusión sin ver los enormes retos y dificultades que se tienen por delante sería altamente costoso, no sólo para los que hoy tienen la responsabilidad de gobierno, sino para todos los venezolanos que deseamos y añoramos el cambio.
Imagen: wlrn.org