Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Jueves 16 de julio de 2015
Hay quienes sostienen que la dolarización es el camino a seguir para salir del caos económico y social que vivimos en Venezuela. Se argumenta que ante la irresponsabilidad supina de nuestros gobernantes esta alternativa impondría forzosamente el orden, imposibilitando la devaluación y la implementación de políticas públicas nocivas, como el financiamiento por el BCV de masivos y crecientes déficits públicos que generan inflación. Si bien una decisión de ese tipo generaría beneficios y correctivos importantes, su implementación también acarrearía problemas y rigideces, particularmente de largo plazo, debiéndonos preguntar si ese es el mejor camino, o si hay otros que faciliten el logro de los objetivos deseados, sin tener que padecer aquellos inconvenientes.
La realidad griega puede aleccionarnos a este respecto. Al incorporarse esa economía a la zona del euro prácticamente renunció a la posibilidad de utilizar unilateralmente los instrumentos de política cambiaria y monetaria para influir sobre su economía, ya que sus autoridades no podían modificar el tipo el cambio para afrontar un desequilibrio de balanza de pagos, y no tenían el control sobre los instrumentos de política monetaria para estimular o limitar el ritmo de expansión de la oferta de dinero. Sin embargo, seguían teniendo el control de su política fiscal, incurriendo en déficits públicos crecientes que fueron financiados por instituciones locales o foráneas hasta llegar a límites muy elevados. Eso llevó a una situación insostenible en la que Grecia no podía honrar sus compromisos, viéndose obligada a solicitar asistencia financiera de la Unión Europea y de instituciones como el Banco Central Europeo y el FMI, quienes otorgaron auxilios, pero condicionados a la implementación de severos ajustes que han implicado grandes sacrificios para la población. De hecho, la profunda depresión económica en que se encuentra esa economía ha generado un masivo desempleo, que en el caso de los jóvenes supera el 50%, y una desconfianza generalizada, dudándose que ese país se podrá mantener en la zona del euro, lo cual ha estimulado masivas salidas de capital. Ante las corridas bancarias, el gobierno se ha visto obligado a cerrar temporalmente los bancos y a limitar los retiros personales de efectivo a no más de 60 euros por día. La disyuntiva es tremenda, pues si Grecia decide salirse del euro, ello implicará una severa devaluación de la nueva moneda y el reinicio de salidas masivas de capital, pudiendo llevar a la quiebra al sistema financiero.
Volviendo a la eventual dolarización en Venezuela, hay que decir que de entrada su implantación implicaría una masiva devaluación al convertir los abundantes bolívares existentes en los escasos dólares que poseemos, lo cual generaría un contundente ajuste de precios. Pero lo más preocupante es la alta dependencia de esta economía de la volátil renta petrolera, ya que ante una caída abrupta de los precios de los hidrocarburos, como la actual, el gobierno podría decidir seguir manteniendo el gasto en altos niveles para así evitar una crisis, y endeudarse masivamente, hasta llegar a una situación de imposibilidad de pago, como la griega. En ese caso no podría utilizar las políticas cambiaria y monetaria para manejar la situación, cayendo en una verdadera trampa. La sola posibilidad de abandonar la dolarización generaría corridas masivas de depósitos bancarios, poniendo en riesgo el sistema financiero o arrasando con él. Al final, la situación se podría hacer insostenible teniendo que abandonar la dolarización con consecuencias devastadoras.
Por ello creo que seguir el camino alternativo que han aplicado otros países de la región que han abatido sus gravísimos problemas inflacionarios de otrora sin dolarizar, es lo apropiado. Ello nos permitiría utilizar los distintos instrumentos de política económica e implementar los correctivos y ajustes necesarios de forma responsable y sostenible, sin someternos a las rigideces y limitaciones de la dolarización.
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