Publicado en el diario «El Nacional» de Caracas. Lunes 2 de marzo de 2009
Cuando me aprestaba a escribir estas líneas en honor a Carlos Lander Márquez me pregunte qué palabra describiría mejor su personalidad. La primera que me vino a la mente fue “tenaz”, y debo confesar que cuando busqué sus sinonimias me sorprendí al encontrar una pléyade de adjetivos que calificarían fielmente a ese extraordinario venezolano que nos acaba de dejar, y que tanto le dio a Venezuela sin esperar retribución alguna.
Quizá su obra más emblemática fue el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), ente sin fines de lucro que concibió a comienzos de los años 60, fundó en unión de un grupo de ilustres venezolanos en 1965, y dirigió junto a Santiago Vera Izquierdo y Frank Briceño Fortique durante los primeros lustros de su existencia. Su carácter perseverante, tesonero y pertinaz fue clave para el despegue de esa gran obra, pues fue él quien lideró los esfuerzos de levantamiento de los fondos requeridos para la construcción de su edificio sede en los terrenos donados por la Municipalidad del Distrito Federal, obteniendo el apoyo económico de cientos de empresas, fundaciones y ejecutivos. Adicionalmente, Lander Márquez y su equipo logró el importante soporte de la Fundación Ford, quien no sólo contribuyó a la formación de un comité asesor de seis universidades extranjeras que ayudaron en la estructuración académica y arranque del instituto, sino que becó a un grupo de venezolanos para realizar sus estudios doctorales en los EE. UU. con el fin de su ulterior incorporación como profesores de planta, siendo yo uno de ellos.
En los años que siguieron a mi regreso al país tuve la oportunidad de trabajar bajo su dirección, ya que en 1974 recibió nuevamente la presidencia del IESA de manos de Santiago Vera Izquierdo, función que desempeñó hasta 1982. En esos años pude palpar de cerca su condición de líder nato, teniendo unos objetivos institucionales muy claros y específicos, que se buscaban lograr a través de la implementación de estrategias bien definidas y pragmáticas. No sólo transmitía su compromiso y lealtad incondicional con la institución, sino que lograba que todos sus miembros unieran esfuerzos con él para alcanzar el objetivo de excelencia que se buscaba. Siempre he dicho que el IESA es el producto de una mística, presente en la comunidad que lo conforma, y que en buena medida se formó y consolidó por el empeño, entrega, constancia y energía de Carlos Lander Márquez.
Hombre firme, recio, y en algunos casos hasta difícil, también era paciente, justo y abierto al diálogo. Siempre defendía sus puntos de vista, pero no los imponía, estando en todo momento dispuesto a escuchar e intercambiar ideas, y a tomar en consideración los criterios de los demás. No se amilanaba ante la adversidad y la escasez, luchando permanentemente y con pertinaz esfuerzo por captar recursos a través de donaciones que lograba de la comunidad empresarial y gerencial, donde era respetado y ampliamente conocido.
Hace pocas semanas se durmió para siempre este hombre de bien, que dejó un legado de honradez, entrega, vocación de servicio y amor incondicional hacia su país, que debe ser ejemplo a seguir por todo compatriota. Por ello, Lander Márquez seguirá viviendo en el recuerdo de los que tuvimos la suerte de compartir con él alguna de las distintas etapas de su vida, sirviéndonos siempre de norte y orientación.
Con razón decía que “cuando las cosas se hacen con amor y deseo de servir, la verdadera recompensa está dentro de uno mismo. No hay mayor satisfacción que la que el ser humano disfruta cuando ha realizado sueños que en algún momento le parecieron imposibles. La satisfacción del deber cumplido y de sentirse miembro útil de la sociedad en la cual nació y se formó, son recompensas que sólo se valoran al sentirse”.
Imagen: nlc-asesoria.com