La reforma educativa

Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Viernes 21 de noviembre de 1997

            Creo que el sistema educativo que tenemos no es el más idóneo, y que éste nece­sita ser profundamente reformado. El mismo no puede producir los profesionales, técni­cos, obreros y personal de apoyo que se requieren para avanzar decididamente en el pro­ceso de desarrollo económico y social. ¿Cómo vamos a cerrar la brecha de la iniquidad social y de la profunda desigualdad en la distribución del ingreso, si a los que menos tie­nen lo único que le podemos ofrecer es una pésima educación básica, a la que tan solo tiene acceso una fracción de esa comunidad? Salvo honrosas excepciones, ¿cómo vamos a formar buenos profesionales en unas universidades colapsadas y anarquizadas por inte­reses políticos, donde se enquistan grupos que luchan con gran efectividad para que nada cambie, y se preserve el ambiente de mediocridad que ellos necesitan para sobrevivir?

            Si bien los cambios son de dimensión descomunal, ello no puede llevarnos a to­mar la actitud conformista de no hacer nada. Tenemos que actuar, porque de no hacerlo esta­ríamos cometiendo el error del enfermo, que por temor a enfrentar el tratamiento dolo­roso y penoso opta por no hacer nada, permitiendo que la enfermedad progrese y lo des­truya paulatinamente.

            Tenemos que cambiar radicalmente las cosas. Hay que darle prioridad a la educa­ción básica. Para ello se hace menester, entre otras cosas, formar buenos maestros a quienes se les remunere decentemente y en consonancia con su condición profesional y de servidor público; dotar a las escuelas en forma apropiada; transformar la estructura curricular, desarrollando programas básicos, y estimulando a los maestros a complemen­tarlos a través de la ampliación del espectro de enseñanza; y, asignarle responsabilida­des fundamentales a las autoridades regionales, para que velen por el mantenimiento de la infraestructura educativa de sus territorios, y administren eficientemente los fondos para la educación que se generen en sus áreas de influencia, o que les sean asignados por la autoridad central.

            Adicionalmente, se hace indispensable transformar radicalmente a los gremios de maestros, para que éstos dejen de ser los entes de clientelismo, politizados y corrompidos de hoy, y se transformen en agrupaciones que no sólo velen efectivamente por el bienes­tar y el progreso de sus miembros, sino también por el buen desempeño de sus funciones y por su capacitación permanente. También es necesario poner en marcha un programa de formación social, con la finalidad de crear la conciencia y el sentido de responsabilidad de los padres y representantes, condición fundamental para asegurar la participación ma­siva de los niños y jóvenes en el programa de educación básica.

            Otro aspecto de la reforma educativa es el desarrollo de la educación técnica me­dia, a través de la cual se formen los mecánicos, peritos agrícolas, electricistas, asistentes profesionales, etc. que tanto necesita un país como el nuestro.   Esto no sólo irá a satisfa­cer una necesidad básica de nuestra sociedad, sino que también le dará opciones profe­sionales atractivas y lucrativas a múltiples jóvenes.   Para ello hay que crear programas apropiados de educación media y crear centros de formación técnica de alta calidad.

            La educación superior tiene que reformarse profundamente. Tenemos que contar con universidades de primera, donde lo que prive sea la excelencia académica. Ninguna universidad que se precie fomenta la masificación de su estudiantado; por el contrario, la educación universitaria de alto nivel siempre ha sido y seguirá siendo selectiva y basada en el mérito. La exigencia de una elevada capacidad intelectual y de un alto rendimiento académico son condiciones esenciales en esos centros de estudio. En consecuencia, es necesario evaluar en forma regular y efectiva la gestión del estudiantado y de los investi­gadores y docentes de nuestras universidades, depurando esos grupos permanentemente de aquellos miembros que no cumplan los estándares establecidos.

            La ya mencionada redefinición de prioridades en el sistema educativo obliga a que la ma­yor parte de los recursos presupuestarios asignados a esa actividad se canalice hacia la educación básica y no hacia la educación superior, como hoy sucede. En conse­cuencia, las universidades tendrán que redimensionarse, y hacer esfuerzos por optimar el uso y asignación de los limitados recursos que reciban del fisco, o de los gobiernos des­centralizados. Igualmente, tendrán que buscar fuentes alternativas de ingreso, para lo cual deberán integrarse más a la comunidad, ofreciendo sus servicios remunerados a ter­ceros. Adicionalmente, hay que eliminar la gratuidad de la educación en las universidades nacionales, manteniendo, sin embargo, un sistema de becas o de préstamos educativos para aquellos estudiantes que no cuenten con la capacidad de costear sus estudios.

            Todo lo anterior implica reformar profundamente a nuestras universidades nacio­nales, haciendo que las mismas se redimensionen, reestructuren y perfeccionen. Esto im­plica la eliminación de los vicios y malas prácticas, y el mantenimiento y mejoramiento de las muchas cosas buenas que en ellas aún existen, producto del tesón, mística y es­fuerzo de los verdaderos y auténticos profesores, investigadores, estudiantes y personal profe­sional y administrativo que en ellas trabajan.

Imagen: Elconfidencial.com