Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Viernes 27 de febrero de 1998
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar una presentación del padre Luis Ugalde, rector de la UCAB, sobre el tema educativo en Venezuela. Planteaba él la necesidad de que la sociedad venezolana asumiera el liderato de la reforma educativa, pues si bien el Estado seguirá jugando un papel de protagonista en el nuevo sistema educativo que tengamos, éste no podrá arrogarse su reforma ni implementación, por no contar con los recursos necesarios, ni económicos ni de otra índole.
Lo que esto significa es que todos los miembros de la sociedad, particularmente los más activos y preparados, tendrán que participar decididamente en el proceso de cambio. Creo que uno de los grupos al que le tocará jugar un papel crítico en este sentido es el empresarial, tanto nacional como extranjero. Es ya cuestión cotidiana escuchar la preocupación de los gerentes por la educación en nuestro país. Además de la natural inquietud ciudadana que, como todos, ellos tienen sobre este problema, el pésimo sistema educativo que tenemos afecta directamente el desempeño de las empresas que ellos dirigen, ya que éstas se ven imposibilitadas de satisfacer sus necesidades apremiantes y crecientes de recursos humanos bien formados. Por otra parte, quienes lideran esas instituciones saben que el desarrollo y el progreso de una población dependen fundamentalmente del nivel educativo al que ésta tiene acceso, y que la dimensión, sofisticación y dinamismo de los mercados donde se transan los bienes y servicios que sus organizaciones producen y prestan, también están estrechamente vinculados con el nivel de educación de la población.
Esa participación de la empresa puede manifestarse de múltiples formas. Así, contribuciones periódicas y recurrentes a organizaciones como Fe y Alegría o al programa de construcción de escuelas que lidera el Dividendo Voluntario para la Comunidad, pueden traducirse en un gran apoyo a la educación básica. Estas son instituciones que desde hace ya muchos años han dedicado grandes esfuerzos al desarrollo de la educación en Venezuela, pero siempre con recursos muy limitados y en algunos casos precarios, lo que los ha limitado grandemente en su loable empeño. El personal abnegado con que cuentan y la experiencia acumulada a lo largo del tiempo, las facultan para hacer grandes aportes, o incluso para liderar el gran cambio que necesita nuestra educación básica. De allí la importancia de dotarlos de los recursos que necesitan para que puedan hacer esos aportes trascendentales.
Adicionalmente, el apoyo decidido de las empresas para la creación, promoción y mantenimiento de escuelas técnicas de educación media, puede ser la solución al precario problema de escasez de mano de obra especializada que padecemos en Venezuela. Las empresas necesitadas de técnicos con perfiles similares pueden agruparse para la creación fondos destinados al desarrollo de centros de formación de estos profesionales. Con ello se haría una gran contribución a la formación de nuestros jóvenes, quienes podrían contar con profesiones útiles, y con fuentes de trabajo seguras al término de su formación escolar.
Las contribuciones de las empresas al desarrollo de estos centros de enseñanza no solo deberían limitarse a aportes financieros. También deben consistir en la provisión de tecnologías, equipos, y personal docente proveniente de los técnicos experimentados de sus centros de producción. Adicionalmente, deben participar activamente en la formación del personal docente a través de pasantías, cursos avanzados de capacitación o, en el caso de compañías multinacionales, pasantías en plantas del exterior. En pocas palabras, las empresas se encargarían de la formación del personal técnico que necesitan.
A nivel de la educación superior, la empresa puede hacer también invaluables aportes. Además de las contribuciones a universidades y del establecimiento de programas de préstamos educativos, las empresas pueden contribuir al mantenimiento y mejora de esas instituciones educativas a través de la contratación de proyectos de investigación o de servicios de asesoramiento, que serían prestados por los profesionales que ellas laboran. Ello, además de significar importantes ingresos para estas instituciones, contribuiría a mejorar el nivel profesional y la experiencia del profesorado y de los investigadores, y a elevar sus remuneraciones.
Sin embargo, para que todas estas ideas se materialicen es necesario que se den una serie de requisitos. El primero de ellos es que aceptemos que la solución del problema educativo requiere del esfuerzo mancomunado de todos los miembros de la sociedad, las empresas entre ellos, abandonando la vieja, anacrónica e insostenible idea de que eso le corresponde al Estado. Otro requisito es que se creen las condiciones para que los distintos miembros de la sociedad actúen con decisión. Creo que, al igual que en otras partes del mundo, incentivos fiscales que permitan desgravar las donaciones y contribuciones educativas, pueden coadyuvar a la decidida participación de la empresa en esta materia. Adicionalmente, creo que las asociaciones gremiales y las cámaras binacionales que agrupan a las empresas pueden jugar un importante papel, promoviendo entre sus miembros ideas concretas de qué hacer y cómo hacerlo. En este sentido, creo que esas agrupaciones pueden promover y facilitar la formación de grupos de empresas que definan programas concretos de acción y que los lleven a la práctica.
Ideas hay muchas, lo que hace falta es actuar sin demora. No podemos seguir perdiendo el tiempo.
Imagen: forumdaily.com