Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. 7 de noviembre de 2011
La recuperación de la economía norteamericana después de la crisis de 2008 y 2009 ha sido lenta, a pesar de los masivos programas de expansión fiscal y monetaria que se han implantado en esa economía. Algunos analistas señalan que ello se ha debido a un crecimiento muy limitado del consumo privado, el cual se vio afectado por las enormes pérdidas patrimoniales que generó el estallido de la burbuja inmobiliaria, lo cual implicó la pérdida de la vivienda para muchas familias, o la abrupta reducción de los precios de los inmuebles que poseían otras, precios que aún no se han recuperado o continúan bajando. Adicionalmente, buena parte de aquellos programas se orientaron al rescate de múltiples instituciones financieras que habían sufrido grandes pérdidas, recursos que fueron utilizados en buena medida para recapitalizar a esas organizaciones, o cubrir las pérdidas incurridas, mas no para ampliar los créditos a sus clientes.
El bajo dinamismo de los gastos de consumo ha limitado la actividad productiva, y con ella la demanda de mano de obra por parte del aparato productivo de esa economía, produciéndose un incremento muy acentuado del desempleo, que se ha visto agravado por los despidos de múltiples trabajadores del sector público. Después de tres años del estallido de la crisis a mediados de 2008, la tasa de desempleo se mantiene en torno al 9%, no habiendo razones para pensar que mientras persista aquella debilidad de demanda, esa tasa pueda mostrar una sostenida tendencia a la baja. Esto, a su vez, se ha traducido en una moderación de los aumentos de los salarios que perciben los trabajadores que aún conservan sus trabajos.
En medio de esta situación, múltiples congresistas opositores al gobierno del presidente Obama están presionando para que la administración concentre sus esfuerzos en la reducción del déficit fiscal existente, que se elevó considerablemente como consecuencia de los programas de estímulo fiscal implementados para afrontar la crisis. Plantean que ese objetivo tiene que alcanzarse principalmente a través de recortes de gasto. Esto ha sido criticado por múltiples analistas quienes sostienen que acciones como esas agravarían el estancamiento económico y el problema de alto desempleo, máxime en medio de los riesgos de una recesión en Europa que hoy se viven debido a los problemas de alto endeudamiento de varias economías de la zona del euro, que, de materializarse afectaría a los EE.UU. y al mundo entero.
Lo que se plantea como camino alternativo es el estímulo del consumo privado a través de una política fiscal expansiva pero enfocada. La idea es que el gobierno norteamericano incremente su gasto en las zonas más deprimidas de esa economía en programas que generen empleo, tales como construcción y mantenimiento de carreteras, escuelas y otra infraestructura física, pues allí es donde se concentra el mayor desempleo y se agrupa una gran masa de personas con alta propensión al consumo, haciendo que cualquier incremento de ingreso que éstos perciban se traduzca en mayores gastos de consumo. Paralelamente, con el fin de evitar un crecimiento desmedido del desequilibrio fiscal se recomienda, por una parte, incrementar los impuestos del segmento de la población de más altos ingresos, pues ello no se traduciría en menor consumo y, por la otra, reducir los gastos en aquellas áreas que menor impacto tengan en la actividad económica interna, tales como los elevadísimos desembolsos militares en que incurre ese país por los conflictos bélicos en los que está involucrado.
Nada fácil es el problema con el que tiene que lidiar el presidente Obama para sacar a la economía norteamericana del letargo en que se encuentra, y reducir de forma decidida el desempleo que aqueja a millones de personas, máxime en un ambiente internacional tan poco promisorio, creado por los altos riesgos de recesión que se ciernen sobre la economía europea.
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