Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Viernes 24 de abril de 1998
Al cumplirse el segundo aniversario de la Agenda Venezuela es válido preguntarse cuál ha sido el balance de su implementación. Creo que su aplicación, al igual que el de toda política económica, ha producido resultados positivos, pero también negativos. Lo positivo: Sin pretender hacer una lista exhaustiva, entre los aspectos favorables podríamos enumerar los siguientes:
· Cambio de rumbo en la política económica, pasándose de un esquema caduco e inoperante a uno más abierto, racional y cónsono con los tiempos de globalización y crecimiento hacia afuera que hoy imperan en el mundo. Ello se logró a través del desmantelamiento de una serie de factores distorsionantes, tales como controles cambiarios y de precios, subsidios, etc.
· Cambio de actitud de los inversionistas, tanto locales como extranjeros, quienes nuevamente comenzaron a ver a Venezuela como un país con grandes posibilidades; ello creó una avidez por explorar oportunidades de inversión. La apertura petrolera y los esfuerzos de privatización jugaron un papel crítico en este cambio de actitud.
· Recuperación de una serie de variables económicas clave, como reservas internacionales, consumo privado, inversión y crecimiento económico. Ello vino acompañado por el quiebre de la tendencia ascendente de la inflación, la cual disminuyó, aun cuando no a los niveles deseados y esperados.
Todo ello fue posible porque la Agenda Venezuela, por lo menos en sus inicios, cumplía con las cinco condiciones necesarias para el éxito de un plan de ajuste macroeconómico, a saber: 1- La existencia de un liderazgo que asegurara el apoyo del estamento político. 2- La existencia de una eficiente y efectiva política informativa y de comunicación. 3- El apoyo y comprensión de la población, a pesar de los sacrificios implícitos en su implementación. Esto sólo se produce si la gente entiende lo que se está intentando hacer, y confía en que después de los sacrificios iniciales vendrán mejores tiempos. 4- La definición e implementación de una política económica y de unos programas sociales coherentes y creíbles. 5- El convencimiento de los distintos agentes económicos de que el plan de ajuste está bien concebido, y que cuenta con el compromiso del Estado para su implementación. Estas son las condiciones de base para que dichos agentes se decidan a actuar conjuntamente con el gobierno, jugando el papel que a cada quien le corresponde en el proceso.
Fallas y Correcciones Necesarias:
No obstante, creo que la implementación de la Agenda Venezuela ha adolecido de una serie de fallas, cuya corrección se hace cada vez más apremiante. La primera de éstas se centra en la ausencia de disciplina fiscal, y más específicamente, en materia de gasto público. La franca expansión que experimentaron esas erogaciones, particularmente durante 1996 y 1997, contribuyó a mantener una oferta monetaria en franco crecimiento, y con ella un nivel de inflación elevado y divorciado de los objetivos deseados. Si bien en los últimos meses se han hecho esfuerzos por recortar dichos gastos en respuesta a la caída de ingresos producida por la contracción de los precios del petróleo, los mismos son producto de la imprevisión del pasado, cuando debió haberse creado el Fondo de Estabilización Macroeconómico. De haberse hecho eso en los años de mayores precios e ingresos de exportación petrolera hoy tendríamos, por una parte, una menor inflación, y por la otra, estaríamos en condiciones mucho más favorables para afrontar la situación adversa por la que atravesamos.
La política cambiaria de los últimos dos años se ha caracterizado por el anclaje del tipo de cambio como un instrumento para el control de la inflación. He manifestado reiteradamente mi creencia de que eso es un error. La vía para abatir la inflación es la disciplina monetaria y fiscal, no la manipulación cambiaria. Si queremos disfrutar de un tipo de cambio estable, tenemos controlar la inflación como requisito previo, a través de los mecanismos idóneos para ello. Una de las consecuencias de aquel anclaje ha sido la sobrevaluación del bolívar comercial, que ahora se ha transformado en un factor desestabilizador debido a la influencia que la misma genera sobre las expectativas cambiarias. De hecho, esa es una de las causas que ha generado la reciente escalada de la demanda de divisas, ante el convencimiento de que aquella sobrevaluación llevará a una maxidevaluación en el futuro cercano.
En materia de reformas estructurales, que es la segunda fase de la Agenda Venezuela, hay que decir que hay grandes retrasos. Si bien se han hecho importantes avances en algunas áreas, como la laboral, la de la seguridad social, y la de las privatizaciones de entes públicos, es magro el avance que se ha notado en reformas clave como la judicial, la de educación y la de reforma del Estado. Sin éstas estaremos condenados a continuar atrapados en el viejo sistema caduco y colapsado, que tenemos que substituir por uno más moderno y cónsono con la realidad que vivimos. Ya hemos explicado en esta columna la necesidad de que el Estado se redimensione y se limite a jugar el papel, por demás importante, que le corresponde, pasando a los otros miembros de la sociedad civil importantes y críticas tareas en el nuevo proceso de desarrollo. No obstante, es poco realista esperar que dichos agentes actúen decididamente, mientras aquellas reformas estructurales no se lleven a cabo. Si queremos que el gran cambio que todos queremos se dé en forma efectiva, tenemos que preocuparnos por crear las condiciones propicias para que el mismo se produzca con un criterio de permanencia.
Imagen: aporrea.org