Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 27 de noviembre de 2004
Recientemente se celebró en Caracas el IV Simposio de Responsabilidad Social en Acción, organizado por Venezuela Sin Límites y VenAmCham. Se planteó allí que la inversión social que hacen las empresas es mucho más que mero altruismo o filantropía; es también una inversión muy rentable, que no sólo beneficia a las personas necesitadas a la que va dirigida, sino también a las organizaciones que la ofrecen. Veamos por qué.
Decía uno de los expositores que no es a través de las dádivas que se combate la pobreza, o se mejora la condición de vida de los que menos tienen. Por el contrario, es mediante el desarrollo y distribución eficiente de productos de buena calidad y bajo costo, orientados a la satisfacción de necesidades básicas de esa masa poblacional, lo que contribuye a elevar su calidad de vida. Es buscar la forma de poner al alcance de ellos los bienes que necesitan, pero a precios muy inferiores a los que tradicionalmente tienen que pagar en los sitios más recónditos de los barrios en que habitan, donde prevalece la especulación y la usura. Sin duda, ello ayuda a los pobres, pero también es un excelente negocio para los productores, que encuentran la vía para penetrar exitosamente y en forma rentable el enorme mercado ubicado en las bases de la pirámide socio-económica.
Otro caso allí planteado fue el de una empresa cuyos productos requieren el uso de agua para su consumo. El área de inversión social donde esta firma se ha concentrado es, precisamente, la provisión de ese líquido esencial a los más pobres, a través de la construcción de acueductos, canales, depósitos y sistemas sanitarios, o mediante el desarrollo de productos para el saneamiento de aguas contaminadas. Ello, además de mejorar la calidad de vida de esas personas, ensancha el mercado de los bienes que produce esa organización.
Las instituciones financieras también hacen inversión social a través del financiamiento a cooperativas que agrupan a personas de bajos ingresos para la elaboración de bisutería, prendas de vestir u otros productos, o mediante el otorgamiento de microcréditos a tasas de interés mucho menores que las que cobran los usureros desalmados de los barrios. Esto, además de dar oportunidad a los más pobres, le amplía las posibilidades a la banca de dar créditos rentables y con baja morosidad.
Como se ve, la inversión social es un buen negocio, no sólo para unos sino para todos.
Imagen: esan.edu.pe