Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Jueves 23 de febrero de 2017
El sábado 18 de febrero pasado, ante la separación de Jesús “Chuo” Torealba de la secretaría ejecutiva de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), escribí un tweet que decía: “Mi palabra de reconocimiento a Chuo Torrealba por su gestión al frente de la MUD y por los importantes logros alcanzados durante la misma”. Este generó múltiples reacciones, la mayor parte de ellas positivas, pero otras negativas o críticas, y entre estas últimas destacaba una pregunta recurrente que me planteaba: “¿Cuáles logros?”. La contesté directamente a quienes me la formularon diciéndoles que la MUD había contribuido al logro de la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, cuando se ganó 66% de los escaños de la Asamblea Nacional, y que le había demostrado al mundo, sin que quedara lugar a dudas, el talante dictatorial del régimen venezolano, cosa por demás importante para desenmascarar la imagen democrática que este ha intentado proyectar internacionalmente. Dos logros, por cierto, nada deleznables.
Otra de las críticas que me plantearon fue el fracaso del diálogo con el gobierno, al haber aceptado la MUD ir a ese encuentro con una contraparte tramposa, que había demostrado reiteradamente su irrespeto y desconocimiento a acuerdos y compromisos contraídos, y la violación flagrante de la Constitución y de las leyes a través de mecanismos y subterfugios con apariencia legal. Al respecto, creo que la actuación de la MUD fue la correcta, pues de no haber ido al diálogo se le habría dado una oportunidad de oro al oficialismo para plantear la desidia y negativa de la oposición a buscar, conjuntamente con el gobierno, acuerdos y acciones que destrabaran la situación crítica del país. Había que ir al diálogo, pero con condiciones y con la presencia y actuación de una tercera parte imparcial y que contara con el aval y la credibilidad de la comunidad local e internacional, como el Vaticano. Y así se hizo, no porque los líderes de la oposición fueran tan ingenuos de pensar que el gobierno honraría todo lo que se acordara, sino porque, tal como sucedió, el incumplimiento de este a su palabra sería una prueba irrefutable ante el mundo de su talante antidemocrático y autoritario, como fue denunciado por la Iglesia a través de los comunicados públicos de la Conferencia Episcopal Venezolana, y las demandas reiteradas del Vaticano al Gobierno para que este cumpliera lo acordado. Había que dejar que las cosas sucedieran, pues de haberse negado la MUD a acudir al diálogo, argumentando la poca confianza que inspiraba la contraparte, no se habría logrado avance alguno, pero sí el desprestigio y las críticas a la oposición por haberse negado a dialogar con el gobierno en busca de una solución a los problemas nacionales.
Creo que es de justicia reconocer que, adicionalmente, la MUD logró la indispensable unión de los partidos de oposición, a pesar de sus posiciones muchas veces antagónicas; que posibilitó la materialización de la tarjeta única y de las candidaturas unitarias para las elecciones presidenciales, parlamentarias y regionales; y que jugó un papel clave para mantener esa unidad, frágil pero funcional, actuando muchas veces como vocero de la oposición.
¿Ha habido fallas y errores en el actuar de la MUD? Sin duda que sí, y se ha hecho indispensable muchas veces la rectificación y la reorientación de sus actos, como lo está intentando hacer hoy con la reestructuración que está acometiendo. Esto es algo natural que suceda en una organización formada por miembros tan disímiles y antagónicos, que en muchos casos actúan y opinan de forma independiente y contrapuesta, pero también es justo reconocer sus aciertos y logros, los cuales se han debido en buena medida a quienes la han dirigido, Jesús Torrealba y Ramón Guillermo Aveledo, así como a los equipos que los han acompañado, dando lo mejor de sí en busca de una mejor Venezuela.