Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 23 de agosto de 2003
Si bien durante las últimas semanas se ha notado una mayor agilidad en el manejo de la cuestión cambiaria, estamos aún muy distantes de poder decir que las cosas se han normalizado. Simplemente, no puede hablarse de normalización en un esquema de controles como el que tenemos, el cual siempre debe verse como un inconveniente y como una fuente permanente de distorsiones y problemas. Ya hemos explicado que si bien la imposición de un control de cambios se puede justificar para manejar una situación de emergencia, como contener una fuga masiva de capitales, desde el momento mismo en que se implanta debe trabajarse afanosamente para desmontarlo, y ello se logra cuando se corrigen las causas o circunstancias que generaron la adversidad que justificó su implementación.
Una de las cosas que hay que hacer a lo largo de la vigencia de estos esquemas cambiarios es evitar la materialización de distorsiones acumulativas que dificultan su desmantelamiento, o que condenan a la economía a sufrir severas consecuencias en los meses siguientes a su eliminación. Así, en los dos controles anteriores se dejó acumular un mal muy pernicioso, como fue el total divorcio entre la tasa de cambio oficial y la del mercado paralelo. Ello hizo que al desmantelarse los controles se produjeran masivas devaluaciones al unificarse el cambio en niveles similares a los que privaban en el mercado libre, generándose ajustes violentos de los precios, con sus consecuencias demoledoras sobre los salarios reales y sobre el nivel de vida.
Como estamos repitiendo el mismo error del pasado, me permito sugerir la introducción de cambios fundamentales en el control cambiario que padecemos, sin con ello pretender ser exhaustivo en cuanto a las muchas cosas que deben hacerse. Creo que es indispensable la flexibilización del mercado paralelo, pasando a él una serie de transacciones no prioritarias, y permitiéndosele al BCV su participación activa como principal oferente; ello permitiría bajar el tipo de cambio libre a niveles más racionales. Simultáneamente, se requiere ajustar paulatinamente el tipo de cambio oficial, buscando con ello cerrar la creciente brecha de sobrevaluación del bolívar comercial que se ha venido gestando en los últimos meses. De esta forma se haría converger las dos tasas de cambio, haciendo menos traumático su eventual unificación al eliminarse el control.