Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 27 de diciembre de 2003
En su último “Aló, Presidente” Chávez volvió a plantear la necesidad de que el Banco Central de Venezuela (BCV) financie gasto público deficitario a través del otorgamiento de asistencia financiera a bancos del Estado, como Bandes, para que éstos, a su vez, otorguen créditos para el desarrollo de proyectos agrícolas.
En este planteamiento están presentes contradicciones y antinomias. En efecto, el represamiento interno de liquidez creado por el control de cambios ha hecho crecer desproporcionadamente la masa monetaria, y ha contribuido a que el encaje excedente de la banca alcance niveles muy elevados. Ello ha forzado al BCV a implantar mecanismos de absorción monetaria con el fin de esterilizar en el instituto emisor parte de aquel excedente de liquidez, impidiendo así la materialización de presiones inflacionarias adicionales. De hecho, los bancos han colocado en el BCV en forma de certificados de depósito una cantidad que se acerca a los 9 billones de bolívares, recibiendo por ello un rendimiento superior al 16%. Pues bien, lo que ahora se plantea es que, paralelo a ese costoso esfuerzo de drenaje de liquidez, el instituto emisor inyecte dinero base a la economía a través del otorgamiento de asistencia financiera a los bancos gubernamentales, para que ellos, a su vez, otorguen créditos para el supuesto desarrollo de proyectos agrícolas.
Esto no sería más que un nuevo mecanismo de financiamiento de gasto público deficitario por parte del BCV, lo cual está taxativamente prohibido en la Constitución y en la ley que rige a ese ente. El artilugio consiste en que los bancos del Estado, después de comprar bonos de deuda pública nacional emitidos por el Fisco para financiar gasto, entregan éstos al BCV como respaldo de la asistencia financiera que éste les otorga. Al fin del proceso, quien financia aquel gasto público deficitario no es nadie más que el instituto emisor.
A través de este proceso, u otros, como el traspaso de las ficticias utilidades cambiarias del BCV al Fisco, lo que se logra es que la maquinita de hacer billetes marche en forma cada vez acelerada, cayéndose en el mecanismo más perverso e inflacionario de financiamiento de déficit públicos. De ello pueden dar fe los países suramericanos que décadas atrás sufrieron inflaciones desbocadas, y que luego tuvieron que hacer grandes sacrificios para vencer ese flagelo.