Felipe Pazos, un hombre excepcional

Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Agosto de 2001

 

Cuando recibí la invitación para escribir unas palabras sobre Felipe Pazos mi primera reacción, obviamente influida por el sesgo profesional, fue la de referirme a sus impor­tantes aportes al conocimiento económico, con especial énfasis en las realidades y pro­blemas que tradicionalmente han caracterizado a las economías latinoamericanas. Sin embargo, después de meditar un poco, decidí centrar estas breves líneas en torno a su extraordinaria personalidad.

Nacido en La Habana en 1912, desde muy temprana edad demostró sus excepcionales dotes profesionales. Formó parte del grupo de economistas que fundó el Fondo Mone­tario Internacional, llegando a ocupar el cargo de Director Asistente de la División de Investigación de esa organización en 1948. Un año más tarde retornó a su país, trans­formándose en uno de los promotores y creadores del Banco Nacional de Cuba, orga­nismo que cumple las funciones de banco central, y del que fue su primer presidente hasta 1952, cuando se produjo el derrocamiento del gobierno democrático de Carlos Prío Socarrás.  Al caer la Dictadura de Batista, régimen que adversó mientras enseñaba economía en la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba, Fidel Castro lo nombró nuevamente presidente del Banco Nacional de Cuba, y pocos meses después Embajador Encargado de Asuntos Económicos en Europa Occidental.  Al poco tiempo rompió vín­culos con el régimen de su país, viéndose imposibilitado de volver a ver a su amada Cuba, donde quedaron una serie de pertenencias por demás apreciadas, entre ellas su biblioteca, donde se encontraba un ejemplar de La Teoría General que le había dedicado John Maynard Keynes en julio de 1944, durante la celebración de la famosa reunión de Bretton Woods, en la que se delineó el sistema monetario internacional que imperó des­pués de la II Guerra Mundial.

En los años que siguieron desempeñó cargos de gran importancia en el Banco Interame­ricano de Desarrollo y en la Organización de Estados Americanos, en la que fue miem­bro del Comité de los Nueve de la Alianza para el Progreso.  Durante este período escribió una serie de obras de gran importancia que se transformaron en consulta obli­gada de cualquier estudio económico sobre la América Latina.  De hecho, Felipe Pazos ha sido citado frecuentemente por economistas de alto renombre internacional, quienes lo han identificado como uno de los profesionales que ha hecho aportes de mayor impor­tancia al análisis económico de nuestra región.

A mediados de los años 70 se trasladó a Venezuela en unión de su inseparable Sara María, mujer extraordinaria, jovial y de gran calor humano, que lo acompañó incondi­cional­mente hasta su desaparición a mediados de los años 80, y con quien formó un hogar ejemplar.  De hecho, dos de los hijos de esa pareja tan especial también se radica­ron en Venezuela, razón que llevaba a don Felipe a decir que éste no sólo era su país por adopción, sino la patria de sus amados nietos.  A lo largo de dos décadas se desem­peñó como asesor a la presi­dencia del Banco Central de Venezuela, siendo éste uno de los períodos más prolijos y creativos de su carrera de economista.

Fue durante esos años que conocí y entré en estrecho contacto con Felipe Pazos, con quien mantuve una estrecha amistad y una relación que siempre se caracterizó por la más alta estima, admiración y aprecio.  En una ocasión lo describí como un hombre honrado a cabalidad, que se entregaba por entero a sus amigos, siempre dispuesto a ten­derle la mano a quien le pedía ayuda o buscaba su guía, razón por la cual muchos estudiantes y econo­mistas nos acercábamos a él atraídos por su vasta sabiduría.  Era un placer conversar con él o discutir asuntos profesionales, ya que, además de expresar su parecer con la mayor sinceridad, por más crítico que éste fuera, en ningún momento perdía su joviali­dad, agudeza e ilimitado sentido del humor.

Precisamente, era esta última cualidad uno de sus rasgos más destacados.  Una infinidad de ejemplos podrían citarse para dar fe de ello, viniendo a mi memoria un jocoso inci­dente que presencié.  En una ocasión el Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas informó a la Junta de Individuos de Número que un ingeniero que traba­jaba en la reconstrucción del Palacio de las Academias de Caracas le había manifestado su preocu­pación, ya que en la habitación ubicada exactamente arriba de la sala de juntas de nues­tra Academia se había almacenado una gran cantidad de libros, existiendo el riesgo de que cediera la antigua estructura por exceso de peso.  Después de discutido el tema, y habiéndose tomado la decisión de solicitar a las autoridades correspondientes el retiro de los libros, uno de nuestros académicos manifestó en múltiples ocasiones la necesidad de actuar sin demora ante el grave peligro que corríamos.  Ante las persis­tentes manifestaciones del colega, don Felipe trató de tranquilizarlo diciéndole “óyeme, no te preocupes por eso, pues ¿qué mayor honra puede tener un grupo de académicos que morir aplastados por los libros?”  Después de celebrar la ocurrencia no se habló más del tema.

Con la desaparición de Felipe Pazos no sólo fuimos sus amigos y discípulos los que perdimos a un gran compañero, guía y maestro.  Fue también Venezuela la que perdió a uno de sus hijos adoptivos más ilustres de los últimos tiempos, quien no sólo le dio lo mejor de sí durante los últimos años de su vida, sino que también decidió descansar para siempre en contacto con su tierra.

 

Imagen: lahuelladigital.com