Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Viernes 9 de octubre de 1998
Si algo se ha hecho obvio en este proceso electoral es el deseo de la población de que se produzca un cambio de fondo en nuestro país. Se quiere cambiar el sistema económico, político y social que hemos vivido durante los últimos cuarenta años, controlado o mediatizado por los partidos políticos tradicionales, por considerar que el mismo se ha distorsionado y corrompido, haciéndose caduco e incapaz de solucionar los graves problemas que padecemos como sociedad. Sin embargo, también se quiere que ese cambio se produzca dentro del sistema democrático, en un ambiente de libertades y con la participación de todos, pero bajo un liderato firme, decidido y distinto al tradicional.
Ejecutar esa transformación no es tarea fácil. Por el contrario, las correcciones y reformas estructurales profundas que tenemos que acometer son de grandes dimensiones y de la más variada índole. Ya nos hemos referido en esta columna a la diversidad de acciones que tendrán que acometerse, y a la multiplicidad de áreas en las que hay que actuar con decisión y apremio, en línea con un plan estratégico coordinado y cuidadosamente concebido. Así, se requiere hacer cambios fundamentales en materia de estructura, dimensión, eficiencia y funcionamiento del Estado, administración de justicia, salud, educación y seguridad social, para sólo mencionar algunas de las áreas en las que hay que actuar.
El liderato necesario
Todo ese enorme esfuerzo requerirá la dedicación y participación activa de las más diversas organizaciones y personas, no sólo del sector público, sino también de la sociedad civil. El Estado, los partidos políticos, el empresariado, las comunidades profesionales, técnicas, intelectuales y académicas, los trabajadores y sus sindicatos, las universidades, la comunidad financiera y otras agrupaciones, tendrán que adaptarse a la nueva realidad, y prepararse para poder jugar los papeles críticos que les corresponderán dentro de ese complejo proceso de cambio.
Todo ello, sin embargo, tiene que ser liderado por el próximo presidente de la república y su equipo de gobierno. Será a ese pequeño grupo de personas a quien le tocará definir los objetivos y metas a buscar, concebir los planes y estrategias a seguir para alcanzarlos, y lograr que el resto de la sociedad una esfuerzos y trabaje conjuntamente con el gobierno en la consecución de aquellos objetivos y metas. De allí que, reiterando lo ya dicho en repetidas ocasiones, la selección del nuevo presidente en las próximas elecciones de diciembre tendrá mucho más trascendencia que en el pasado. No vamos a elegir a un presidente más, lo que haremos es escoger a quien debe liderar el complejo proceso de transformación radical que necesitamos para sacar a nuestra sociedad de la maraña en que se encuentra, modernizarla y orientarla por el camino correcto, con el fin de lograr el progreso, la estabilidad y el bienestar.
De los dos candidatos con opción de triunfo en los comicios de diciembre, creo que Henrique Salas Römer es quien más se adapta al perfil de presidente que necesitamos. Por ser un conocedor de las causas y la dimensión de la dramática situación por la que atravesamos, de los vicios y entuertos que padecemos, y del empobrecimiento que ha sufrido nuestra sociedad en los últimos veinte años, él tiene una clara conciencia del cambio radical que necesitamos, y la firme voluntad de llevarlo adelante. Su sólida formación y experiencia profesional, su veteranía y habilidad política y su demostrada capacidad de buen gobernante, lo acreditan como un estadista capacitado y de vasta experiencia. Durante su gestión como gobernador de Carabobo demostró poseer la firmeza y la sagacidad política para enfrentar y desmantelar a poderosos y viciados grupos con sólidos apoyos políticos que se habían enquistado en esa región, logrando esto en un estado de derecho y en un ambiente de gobernabilidad. Ello demuestra su capacidad para desafiar y vencer a la corrupción, todo ello dentro de las normas democráticas que deseamos preservar, pero con la energía, decisión y determinación que se requieren.
Un ejemplo a seguir
Creo que lo ocurrido en Brasil hace tan solo unos días es algo que debemos imitar. A pesar de la profunda crisis que ese país padece y de las difíciles decisiones que el gobierno tendrá que tomar para afrontar la adversa situación, la población no dudó en reelegir por amplia mayoría al Presidente Cardoso, por considerar que él era el líder que podía sacar a ese país de las dificultades en que se encuentra. No se engañó el pueblo con falsas y vacías promesas populistas del candidato opositor. Por el contrario, los brasileños dieron muestra de una gran madurez al elegir al candidato más competente y capacitado para gobernar. Ese es el ejemplo que tenemos que seguir en Venezuela.