Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 30 de junio de 2014
El 12 de abril de 2010 salió publicado en esta columna un artículo titulado “¿Adónde vamos?” En el mismo decía cosas como estas: “Realmente preocupa el rumbo que desde hace un buen tiempo ha tomado la economía venezolana, producto de una política económica errada que ha fracasado en todos los países donde se ha intentado implementar, con el agravante en nuestro caso de una serie de incongruencias que la caracterizan, haciéndola aún más inoperante y negativa.
”El acoso permanente a la empresa privada que se materializa a través de los controles desproporcionados que se le imponen, no solo en materia de precios, sino también en lo referente al tipo de producto y las cantidades que se tienen que producir, así como la forma como esos bienes se tienen que distribuir, en línea con las decisiones caprichosas de algunos funcionarios, crea un clima muy adverso para el desarrollo de cualquier actividad productiva. Si a ello agregamos las amenazas permanentes de intervención y de confiscación a quienes incumplan esas normas, o se sospeche de ello, y las decisiones arbitrarias e injustificadas de expropiación, ya no de grandes fundos y empresas, sino también de pequeños negocios, es fácil inferir el poco estímulo para invertir que hoy existe en el país, máxime cuando esos atropellos provienen de un gobierno que lo controla todo, eliminándose cualquier posibilidad de defensa de los derechos de los agraviados, ya que quienes tienen que impartir justicia están allí para defender los intereses de la “revolución”, y no para velar por los derechos de los ciudadanos”.
Más adelante decía: “Los que defienden el proceso argumentan que las acciones contra la empresa privada se justifican, pues con ellas se busca asegurar la autosuficiencia alimentaria del país, y eliminar los vicios de especulación, acaparamiento o desviación de productos al exterior, que crean desabastecimiento y elevación desproporcionada de los precios. Falaces argumentos esos que ya no engañan a nadie. Sobradas son las pruebas de ineficiencia, destrucción y depauperación que las acciones de expropiación han generado, no sólo en el área agrícola y pecuaria, sino también en las de producción de alimentos elaborados y de productos básicos”.
Terminaba ese escrito con el siguiente párrafo: “Los resultados de la política económica no pueden ser más negativos: caída de la producción, desempleo creciente, servicios públicos caóticos, dependencia como nunca de las importaciones y del volátil negocio petrolero, alta inflación y caída sostenida de la capacidad de compra de los venezolanos. Por ese camino vamos a cualquier sitio, menos a un buen destino”.
Más de cuatro años después de haber escrito esas líneas, la realidad que hoy vivimos demuestra que, desgraciadamente, aquellas apreciaciones y esos temores estaban bien fundamentados. De allí que sea válido que nos preguntemos ¿dónde estamos? Estamos en una situación deplorable, en gran medida producto de los errores y desviaciones de las políticas públicas implementadas por el régimen durante varios lustros. Ello ha generado los múltiples desequilibrios que afectan a la economía, la elevadísima y creciente inflación que depaupera a la población, la escasez y el desabastecimiento, la desenfrenada corrupción, la contracción de la actividad productiva y el deterioro de la calidad de vida. De continuar las cosas como van, y de seguirse ignorando los graves males que nos aquejan sin aplicar los dolorosos pero necesarios e impostergables correctivos, seguiremos cayendo, haciéndose cada vez más difícil y dolorosa la corrección y la reversión de esas adversidades.
No puede continuar la farsa de endilgarle a otros las culpas, desaciertos y falencias del gobierno, quien acusa y amenaza a los supuestos culpables, y a la vez pretende sustentarse en base a unas promesas y a unas “misiones”, que si bien pueden dar algún alivio, en muchos casos se limitan a dádivas que no contribuyen a reducir la pobreza, afianzándose la miseria y la dependencia.
Nota: Este artículo no apareció en la versión impresa del diario por la escasez de papel que padecía debido a la imposibilidad de adquirir dólares para su importación.