Devaluación

Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 5 de marzo de 2005

 

Después del anuncio del ajuste cambiario del jueves pasado, se ha avivado la polémica de la procedencia o no de la medida. Corriendo el riesgo de ser criticado por repetitivo, creo procedente hacer nuevamente unos planteamientos sobre ese tema.

Quienes se oponen a la devaluación, argumentan que no tenía sentido devaluar el bolívar oficial, es decir, aquel destinado a la compra de dólares controlados, ya que los altos precios petroleros están generando un elevado superávit externo que se traduce en una amplia disponibilidad de divisas. Mal puede encarecerse algo que sobreabunda, argumentan. Adicionalmente, si uno de los objetivos centrales de la política económica es reducir la inflación, no tenía sentido devaluar pues ello encarecerá los productos que importamos; por el contrario, había que mantener anclado el tipo de cambio para lograr aquel fin. También aducen que la modificación del tipo de cambio oficial generará ingresos fiscales adicionales, estimulando el gasto público y, en consecuencia, el aumento de la liquidez y de los precios.

Si bien esos argumentos de corto plazo son razonables, no hay que olvidar que el mantenimiento de un tipo de cambio fijo en una economía que padece una inflación substancialmente mayor que la de sus socios comerciales, genera una apreciación sostenida y creciente de la moneda, con consecuencias muy adversas que, al tratar de corregirse una vez que se hace insostenible, produce efectos devastadores. De hecho, la sobrevaluación del bolívar ha alcanzado niveles preocupantes, habiéndose corregido ésta en forma muy marginal por la reciente devaluación. Ello ha implicado una pérdida sostenida de capacidad competitiva de nuestros productores, pues sus costes de producción, no sólo en bolívares sino también en dólares, han aumentado a un ritmo mucho mayor que los de sus competidores foráneos. Persistir en esa rígida política cambiaria no sólo limitaría la capacidad de exportar, sino que estimularía las importaciones, impidiéndose así la diversificación de la economía, tan necesaria para reducir la sobredependencia de la volátil actividad petrolera.

Más aún, si se pretendiera controlar la inflación generada por el desbocado gasto público a través del anclaje cambiario, o de la fijación del tipo de cambio, se estaría condenando a la economía a una nueva gran crisis, que estallaría, como tantas veces antes, cuando la maxidevaluación se hace inevitable.

 

Imagen: Lapatilla.com