Desbalance productivo

Publicado en el Diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 27 de agosto de 2012

 

En las cifras referentes al comportamiento del producto interno bruto no petrolero del segundo trimestre, recientemente publicadas por el BCV, se ratifica la tendencia que se ha venido observando desde hace ya un tiempo, según la cual los sectores que muestran mayor dinamismo en su actividad productiva son el de la construcción pública de viviendas, y los prestadores de servicios, tales como comercio, comunicaciones, instituciones financieras, gobierno y transporte y almacenamiento. Alternativamente, los sectores productores de bienes, tales como agricultura, minería y manufactura, muestran un pobre desempeño, observándose algunos casos en los que la producción está cayendo de forma dramática. En otras palabras, los sectores de transables, es decir, aquellos que producen bienes que pueden ser objeto de comercio internacional, han mostrado un dinamismo productivo muy menguado, mientras que los no-transables, como el de la construcción y los prestadores de servicios, han experimentado altos crecimientos.

Comportamientos como esos son muy comunes en economías en las que tienden a perpetuarse situaciones de sobrevaluación cambiaria, producto de procesos sostenidos de apreciación real de las monedas locales, que se producen como consecuencia de una fijación o un anclaje del tipo de cambio nominal, a pesar de existir una inflación interna muy superior a la externa, como es el caso de la economía venezolana.  Al aumentar los precios internos con mayor intensidad que en las economías de donde se importa, lo que se adquiere con la cantidad de moneda local que cuesta un dólar es cada vez menos en comparación a lo que se puede comprar con ese dólar en el exterior, estimulándose así las importaciones. A su vez, los productores locales pierden aceleradamente su capacidad de competir con los productos foráneos, ya que al no variar el tipo de cambio, sus costos, tanto en moneda local como en dólares, aumentan considerablemente debido a la alta inflación interna, y en mayor proporción que los de sus competidores en el exterior. Esa es una de las razones por las que la producción local de esos productos no crece, mientras que las importaciones se incrementan intensamente, estimulando actividades conexas de servicios, tales como comercialización, transporte y almacenamiento.

Adicionalmente, en Venezuela están presentes otros factores que coadyuvan al bajo dinamismo de las actividades productoras de bienes. Por una parte, existen controles de precios desproporcionados que en muchos casos condenan a los productores a trabajar a pérdida; se restringe cada vez más el acceso a las divisas que requieren múltiples empresas para importar materias primas, bienes intermedios, maquinarias y repuestos; y, se aplican caprichosos controles de distribución de las mercancías que se producen, que en muchos casos no responden a las realidades del mercado. Por otra parte, la hostilidad gubernamental creciente a la actividad empresarial, caracterizada por expoliaciones de empresas, amenazas permanentes de intervención o de expropiación, y acusaciones públicas que buscan desacreditar y someter al escarnio público a los empresarios, desestimulan la inversión, limitándose así la producción, la productividad de las industrias, la mayor oferta de nuevos y mejores productos, y la generación de oportunidades de trabajo.

Si queremos cambiar las tendencias actuales, es necesario contar con un sector productivo de transables pujante y diversificado, que produzca buena parte de los productos que consumimos, y que exporte cada vez más. Para ello es necesario aplicar las políticas que busquen el abatimiento de la inflación, el estímulo de la inversión, la eliminación de la sobrevaluación cambiaria, la disponibilidad de financiamiento y de servicios públicos de calidad, y el acceso a amplios mercados externos. Creo, sin embargo, que para que se den esas condiciones se hace imperativo un cambio de rumbo en Venezuela.

 

Imagen: sectoresandihenry.blogspot.com