Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Sábado 15 de junio de 2002
La profunda crisis que hoy vivimos es producto de las malas políticas económicas y sociales de los últimos tres años y medio, así como del pésimo manejo de la cuestión política. Específicamente, en materia económica se han tomado decisiones erradas con consecuencias demoledoras. Una de ellas fue la política de anclaje del tipo de cambio que, si bien mitigó la inflación a través de un descomunal subsidio cambiario, minó la capacidad competitiva de los productos locales, llevando a la quiebra a miles de empresas y condenando a millones de venezolanos a quedarse sin empleo. Por otra parte, los incumplibles compromisos sociales del Estado consagrados en la nueva constitución han imposibilitado, entre otras cosas, la aprobación y puesta en marcha de un sistema de seguridad social eficiente y funcional. Si bien son muchos otros desaciertos que podemos citar, tan sólo me referiré a uno de ellos para sustentar lo que afirmo.
Al inicio de su gestión, el actual gobierno decidió modificar el esquema operativo del Fondo de Estabilización Macroeconómica (FEM), transformándolo en el FIEM. De acuerdo a la nueva normativa, se ahorraría en el mismo cerca de la mitad de los ingresos petroleros que se percibieran como producto de un precio de exportación superior a los 9 dólares el barril. Esta disposición entonces se nos vendió como una demostración de la disciplina y prudencia fiscal del nuevo gobierno. Nada más alejado de la verdad. Lo que sucedió fue que lo ahorrado en el FIEM fue mucho menos de lo que mandaba la ley, y el gasto público creció notablemente en términos reales, no bastando los ingresos adicionales que se percibieron por los altos precios del 2000 y buena parte del 2001, sino que se disparó la deuda pública interna para financiar aquellas crecientes erogaciones. No sólo se desvirtuó el sano principio del FEM, sino que se cometió el absurdo de obtener por la vía de un costoso endeudamiento muchos más fondos que los que se ahorraban en el FIEM con un rendimiento marginal. Ahora presenciamos el triste espectáculo de un gobierno entrampado en su propia trampa, tratando de justificar el incumplimiento de la norma legal que se auto impuso, y de explicar porqué no hubo malversación a pesar de que se desviaron recursos públicos a partidas distintas a las que inicialmente fueron destinados.
En 1999 alerté sobre las consecuencias que podrían acarrear algunas de las decisiones que se estaban tomando. Entonces dije: “… [pienso que] los próximos ejercicios fiscales serán cada vez más deficitarios, haciendo que las necesidades de endeudamiento crezcan rápidamente, generando esto presiones alcistas sobre las tasas de interés internas (…) Esto lo pagaremos todos, pero, sin duda, quienes más lo padecerán serán los grupos de personas de menores recursos, precisamente aquellos a quienes se trata de proteger con estas decisiones demagógicas, inoperantes y altamente contraproducentes.”1. Desgraciadamente, el tiempo me dio la razón. El gobierno sembró vientos y ahora cosecha tempestades.
1 El Universal, 19/11/99