Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Jueves 30 de junio de 2016
El resultado del referéndum del 23 de junio en el Reino Unido (RU) para decidir sobre su permanencia o no en la Unión Europea (UE) nos dejó un mal sabor a muchos, pues al imponerse la opción de salir de esa importante comunidad, mejor conocida como Brexit, era lógico concluir que las consecuencias serán negativas en términos netos para todos los miembros de esa unión y para la comunidad internacional en general, pero en particular para los británicos, que son los que más van a perder.
Como se sabe, las reacciones no se hicieron esperar. En los días siguientes se desplomaron los mercados accionarios, la libra y el euro sufrieron fuertes caídas frente al dólar y al yen, y los precios de la mayor parte de los productos básicos, o commodities, bajaron fuertemente, generando todo ello alarma entre muchos de los que, tan solo pocas horas antes, habían votado por el Brexit, así como entre los europeos y la población internacional en general. Pero esas consecuencias inmediatas no serán las únicas. Si bien algunas de estas sobrerreacciones iniciales pueden corregirse en el futuro próximo, existe un práctico consenso entre los analistas sobre las adversas repercusiones económicas, políticas y sociales que están por operarse en el corto y mediano plazo, tanto en Europa como a nivel global, aun cuando su intensidad e inmediatez son aún imposibles de predecir.
Una de las consecuencias económicas será la disminución en el comercio entre el RU y la UE debido a las mayores tarifas, barreras y otros costos que se aplicarán a esas transacciones, generando esto menores niveles de actividad económica y de ingreso para los europeos, y en particular para el RU. El flujo de inversiones desde los distintos miembros de la unión hacía la Gran Bretaña también se reducirá, haciendo que, por una parte, la productividad disminuya en esa nación, restringiendo sus posibilidades de crecimiento económico y su competitividad y, por la otra, limitando la generación de fuentes de trabajo, lo cual afectará con particular fuerza a los jóvenes británicos, quienes no solo verán limitadas las oportunidades locales de empleo, sino también las posibilidades de trabajar en los otros países de la UE sin limitación alguna, como hasta ahora. De hecho, la pérdida de ventajas laborales implícitas en el Brexit influyó notablemente para que la gran mayoría de los jóvenes votara a favor de la permanencia en la UE.
Además de la penalización al liderazgo político británico por el resultado del referéndum, el Brexit también puede generar consecuencias geopolíticas adversas, tanto dentro como fuera del RU. El desagrado de los escoceses y de los irlandeses del norte por la inminente salida de la UE puede renovar sus sentimientos independentistas en el futuro inmediato, y lo sucedido puede animar a los líderes de varios grupos políticos extremistas y populistas de otros países de Europa a plantearse la posibilidad de promover iniciativas de separación similares, lo cual, de lograrse, podría debilitar severamente la solidez y sobrevivencia de la integración del viejo continente.
El Brexit también puede afectar negativamente a los países emergentes a través de la merma de sus exportaciones a la UE, así como por los menores precios de los commodities debido al fortalecimiento del dólar y a la menguada actividad productiva y comercial internacional. Eso afectaría con particular fuerza a los países altamente dependientes de las exportaciones de esos productos básicos, como es el caso de Venezuela, que no solo sufriría por la nueva baja de los precios, sino también por los menores volúmenes de producción y exportación de petróleo, y por sus críticamente bajas reservas internacionales.
En conclusión, decisiones colectivas altamente influidas por mensajes populistas engañosos pueden hacer mucho daño, no solo a las comunidades que las toman, sino también al mundo en general. De eso ya tenemos experiencia los venezolanos.