Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 12 de septiembre de 2011
Nos acaba de dejar Armando Córdova, hombre íntegro, honesto y de principios inquebrantables, que le dedicó su vida a la academia a través de la enseñanza y de la investigación de la ciencia económica. Después de su agitada vida juvenil, en la que tuvo una participación activa en la oposición radical de la izquierda a los gobiernos de la década de los 60, centró su actividad profesional en el estudio del subdesarrollo, formando parte de la pléyade de profesionales latinoamericanos que planteaban la teoría de la dependencia. De hecho, Córdova y Héctor Silva Michelena fueron pioneros en la formulación de esta teoría a través de sus estudios publicados a comienzos de los años 60, en los que manifestaban su desacuerdo con distintos postulados que entonces se planteaban sobre cómo vencer el subdesarrollo, mal que, a su vez, era producto de la dependencia que las economías menos avanzadas tenían de las más industrializadas. Mantenían ellos que sí podía haber desarrollo dentro de un marco de dependencia, hasta llegar a un estado de alto bienestar, similar al alcanzado por algunos territorios, enclaves o colonias dependientes de economías más avanzadas. Con el tiempo ellos evolucionaron en sus planteamientos, concluyendo que era la inversión, o la acumulación del capital, el verdadero resorte del desarrollo.
Durante los últimos años de su vida, Córdova se dedicó con ahínco a analizar las causas y consecuencias de la globalización y de la profunda crisis que estalló a mediados del 2008, llegando a la conclusión de que la misma se originó por la presencia de grandes contradicciones del modelo capitalista actual. El notable incremento de productividad que se produjo en los últimos cuarenta años en los EE.UU. se tradujo en un aumento de la capacidad de producción ociosa, pero a la vez en una limitación a las oportunidades de nuevos empleos y a los incrementos de salarios, produciendo esto último una limitación de la demanda. De esta forma, se produjo un excedente creciente en el sector productivo real que se canalizó al sector financiero de la economía, desencadenándose un desbocamiento de la especulación financiera y un aumento desproporcionado de la liquidez mundial, que generó las burbujas en los mercados de valores e inmobiliario. La severa crisis que se produjo al estallar estas burbujas aún no se ha podido controlar, creyendo Córdova que la situación que vivimos llevará ineludiblemente a una transformación profunda del sistema capitalista que conocemos.
Cuando Armando y yo entramos en contacto más frecuente a mediados de los años ochenta como miembros de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, la divergencia de criterios e ideología económica que creíamos tener nos hizo ser algo escépticos el uno del otro, recelo que rápidamente desapareció cuando comenzamos a intercambiar ideas sobre distintos temas que nos interesaban. Comprendimos entonces que las diferencias de criterio y puntos de vista eran mucho menores de lo que inicialmente pensábamos, desarrollándose una relación profesional muy estrecha, fructífera y de mutuo respeto. Fue entonces cuando verdaderamente lo conocí, manifestándoseme a plenitud su extraordinaria calidad humana, sencillez, honradez, e inquietud intelectual.
Hombre de principios inquebrantables, no dudaba en rechazar la oferta de un financiamiento para uno de sus proyectos de investigación, si la misma venía condicionada en cuanto al contenido o ideas que podían expresarse. Un ejemplo de ello se produjo en 2005, cuando renunció a su condición de miembro del consejo editorial de la prestigiosa Revista del BCV por no estar de acuerdo con la modificación de la ley que rige a ese organismo, obligándolo a transferir las reservas internacionales “excedentes” al Poder Ejecutivo con el fin de financiar gasto público.
¡Cuánto lamentaremos la ausencia del amigo y del maestro! Si bien su voz calló para siempre, quedará su ejemplo y obra para recordarlo permanentemente.
Imagen: Guayoyoenletras.net