Publicado en el diario “El Universal” de Caracas. Viernes 12 de septiembre de 1997.
Sin temor a errar, la apertura petrolera es una de las decisiones económicas de mayor trascendencia de los últimos tiempos. Ella permitirá a Venezuela explotar su enorme riqueza petrolera en una forma mucho más eficiente y racional, con la participación de consorcios internacionales que aportarán capitales, tecnología y acceso a mercados. Ahora, y a diferencia de lo que vivimos hasta hace algo más de 20 años, contamos con una corporación petrolera nacional de primera índole, reconocida como una de las más eficientes del orbe, y a quien le tocará jugar un papel crítico en ese proceso de apertura, no solo como operador, sino también como coordinador de este esfuerzo. Creo que la presencia y participación de PDVSA es un aval y una garantía de éxito del programa.
La apertura traerá grandes beneficios y se reflejará hondamente sobre el resto de la economía, no solo a través del incremento substancial de los volúmenes de producción y exportación, sino también por las elevadas inversiones que ella conlleva. Adicionalmente, se incrementarán las oportunidades de negocios y de empleo en áreas conexas a la actividad petrolera, destacando la construcción de viviendas e infraestructura, y los servicios de apoyo a la industria que serán prestados por terceros (outsourcing).
Los Petrodólares
No obstante, se han creado algunas expectativas poco realistas acerca de lo que esa apertura traerá en el futuro. Una de esas creencias es que las mayores exportaciones generarán tal cantidad de dólares que se volverán a vivir las bonanzas de otrora. Se ha hablado acerca de la sobreabundancia de recursos fiscales y de reservas internacionales, así como del poder adquisitivo externo substancialmente mayor que tendremos en los próximos años. Ese planteamiento me tentó a investigar su grado de realismo.
A tal fin escogí dos años pasados, representativos de distintas realidades de exportación de hidrocarburos. Uno de ellos fue 1980, año de crisis petrolera internacional, cuando se produjeron las mayores exportaciones per cápita de nuestra historia. El otro fue 1984, representativo de la normalidad en materia de precios y volúmenes de exportación. Acto seguido estimé cuánto deberíamos haber exportado en 1996 para que las ventas externas por habitante hubieran tenido un poder de compra similar al de las exportaciones per cápita de aquellos dos años escogidos. Dicho en otros términos, lo que intentaba era establecer el nivel de exportaciones petroleras de 1996 que hubiesen generado unas exportaciones per cápita en dólares de 1980 y de 1984, equivalentes a las que se produjeron en esos años.
Los resultados fueron los siguientes: en 1996 deberíamos haber exportado US$ 51.186 millones para que las exportaciones reales por habitante hubieran equivalido a las de 1980. Esto es un 176% más de lo que de hecho exportamos el año pasado (US$ 18.523 millones). Incluso, al comparar la realidad de 1996 con la de 1984 –año normal, como ya hemos dicho–, los resultados son aún sorprendentes. Las ventas foráneas del año precedente debieron haber sido de casi US$ 29.000 millones para que, en términos reales per cápita, hubieran equivalido a las de 1984. Esto es 56% más de lo que se observó.
Ahora bien, debemos preguntarnos si la apertura generará aquellos ingentes recursos a que ya hicimos referencia. Para contestarnos esta pregunta establecimos unos supuestos de volúmenes y precios de exportación futuros, que fueran considerados como realistas por varios expertos petroleros. De acuerdo a este escenario, en el año 2005 estaríamos exportando 5 millones de barriles por día a un precio promedio de casi $ 19 dólares por barril; ello equivaldría a unas exportaciones superiores a los $ 34.600 millones, cifra que casi duplica a los niveles actuales. Sin embargo, para que en el año 2005 realizáramos las mismas exportaciones reales per cápita de 1980 tendríamos que vender ese año $ 80.500 millones, es decir 132% más que las exportaciones estimadas de $ 34.600 millones. Incluso, las ventas externas del 2005 tendrían que ser superiores a los US$ 45.500 millones para que se lograran unas exportaciones reales por habitante similares a las de 1984.
Como se ve, no están muy sustentadas aquellas expectativas de un poder adquisitivo externo mucho mayor, de una sobreabundancia real de recursos fiscales y de bonanzas conexas que, según algunos, generará la apertura petrolera.
Imagen: Runrun.es