Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 2 de julio de 2012
Curiosamente, durante las últimas décadas los años terminados en 3 tienen una característica común: han sido años de profundas crisis económicas. Así, 1983 se inició con unas masivas salidas de capital y caídas de las reservas internacionales, en respuesta al debilitamiento de los precios petroleros, y a las expectativas de devaluación creadas por los menores ingresos de exportación y por la alta sobrevaluación del bolívar que entonces existía. Estas circunstancias desencadenaron el famoso “viernes negro” el 18 de febrero, con el establecimiento del control de cambios de Recadi, poniéndose así fin al régimen de libertad cambiaria con tipo de cambio único y fijo, que estuvo entre nosotros por varias décadas. La devaluación implícita en esa medida, combinada con la restricción al acceso de las divisas y el redoblamiento de controles de precios, hizo que ese año se materializara una fuerte recesión y un agudo aumento del desempleo, creando una situación muy difícil en el último año de la administración de Luis Herrera Campíns.
1993 se caracterizó por un nuevo debilitamiento de los precios del petróleo, por un importante repunte de la inflación, y por una crisis política creada por las dos intentonas de golpe del año precedente y por el enfrentamiento del gobierno y el poder legislativo. Esto deterioró la confianza del público y generó masivas fugas de capital que obligaron al BCV a implantar una política monetaria severamente restrictiva, disparándose las tasas de interés. Todo ello creó una situación económica muy precaria que se vio agravada por la crisis política debido a la defenestración de Carlos Andrés Pérez, al escaso apoyo de los partidos al gobierno interino de Velásquez, y al sesgo populista de la campaña presidencial de ese año.
2003 fue un año caótico. La continuación del paro petrolero hasta febrero, y el despido de más de 18000 empleados de PDVSA tuvieron efectos devastadores, que se aunaron a la drástica contracción de la capacidad de compra de los ingresos de los trabajadores y a los despidos masivos debido a la quiebra de múltiples empresas, para crear una situación laboral y social muy adversa. Esto, combinado con el clima de confrontación política, se tradujo en salidas masivas de capital que forzaron a la imposición de un nuevo control cambiario que aún está vigente. La escasez de divisas que se produjo, así como los severos controles de precios que se impusieron y que condenaron a múltiples productores a trabajar a pérdida, contribuyeron a crear una situación económica devastadora, caracterizada por una profunda recesión, alta inflación y un desempleo superior al 18%.
De allí que sea válido preguntarnos si debemos esperar que esos aciagos escenarios se repitan en 2013. Desgraciadamente, creo que las posibilidades de que ello suceda son elevadas. La posible profundización de la crisis europea, y la desaceleración en las economías de los EE. UU. y de China, pueden traducirse en severas limitaciones a las posibilidades de exportar de los países emergentes, en la acentuación de la caída de los precios de los commodities —el petróleo entre ellos—, y en la restricción y encarecimiento del financiamiento internacional. Ello, combinado con las limitaciones de producción y exportación petrolera que tenemos, con las escasas reservas líquidas de moneda extranjera, con la dependencia cada vez mayor de suministro externo de insumos y bienes de consumo, con el dislocado endeudamiento externo que estamos contrayendo, con la sobrevaluación del bolívar que hoy existe, con la ausencia de inversión extranjera que captamos, y con el mermado sector productivo interno que disponemos, nos pone en una posición muy vulnerable ante un eventual agravamiento de la crisis internacional en marcha.
Ojalá que ese sombrío panorama no se materialice, y que podamos decir que el próximo año no será similar a los años terminados en 3 de las décadas pasadas.
Imagen: Extremisimo.com.