Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 22 de junio de 2009
En el primer semestre de 2008, cuando los precios del petróleo estaban en franca expansión y alcanzando niveles históricos impensables, la economía venezolana ya estaba mostrando una desaceleración en su ritmo de crecimiento, a pesar de que la política fiscal expansiva estaba aún en su apogeo. El desbocado gasto público que se produjo en el período de altos y crecientes precios petroleros que comenzó en 2004 generó un aumento sostenido de la oferta monetaria, produciéndose un extraordinario crecimiento del consumo, particularmente del privado. Esa expansión de la demanda estimuló la producción interna, la cual creció durante varios años a un ritmo muy elevado, siendo común observar tasas anuales de crecimiento del PIB no petrolero superiores al 10% en el período 2004-2007. A pesar de ello, el crecimiento de la demanda era mayor que el de la oferta interna, siendo necesario incrementar notablemente las importaciones para cerrar la brecha. Por ello, bien podemos decir que el factor locomotor que generó la bonanza de esos años fue el creciente gasto público, a través del cual se inyectaban a la economía los abundantes recursos adicionales del petróleo.
Sin embargo, en el primer semestre de 2008 la mayor parte de los sectores productivos experimentaron crecimientos mucho menores que en los años precedentes, aun cuando las erogaciones gubernamentales seguían experimentado sólidos aumentos. Así, el sector manufacturero, que había crecido 7,3% en el primer semestre de 2007, sólo creció 3,1% en el mismo período de 2008, igual que la construcción, que pasó de crecer 18,9% a 7,1%. Iguales comportamientos se notaron en los sectores de comercio y servicios de reparaciones, transporte y almacenamiento, llegándose al extremo en el caso del sector de instituciones financieras y seguros, el cual se contrajo un 6,5% en la primera mitad de 2008 después de crecer 24,5% en igual lapso del año anterior. Esto lo que nos indica es que el modelo de bonanza económica de los cuatro primeros años de altos precios petroleros ya estaba en franco proceso de agotamiento a comienzos del año pasado.
A raíz de la recuperación de los precios petroleros en lo que va de este año, se ha comenzado a oír cada vez con más insistencia que el gobierno dispondrá nuevamente de abundantes recursos con qué seguir implementando su política fiscal expansiva, retomándose así la senda del crecimiento sostenido. Yo no coincido con esa opinión, por demás optimista, porque para que el gasto público real, es decir corregido por la inflación, creciera con fuerza con respecto a los niveles alcanzados en 2008 se necesitaría que los precios de los hidrocarburos estuvieran en niveles muy superiores a los actuales. Pero, aun cuando ello se produjera, la respuesta de la economía sería parca, pues, como ya hemos explicado, el modelo de alto crecimiento de la actividad productiva en respuesta a la expansión de la demanda creada por el mayor gasto público parece haberse agotado.
Si bien la recuperación de los precios petroleros nos ayudará, entre otras cosas porque mitigará la aguda escasez de divisas y dará un cierto respiro a las finanzas del Estado, no debemos cifrarnos grandes esperanzas en ese repunte, sobre todo en un ambiente nacional tan enrarecido como el actual debido a la radicalización de las acciones del gobierno, a su desconocimiento descarado de la voluntad popular expresada en el voto, y a la imposición de modelos económicos y políticos rechazados por la inmensa mayoría, violando flagrantemente la Constitución vigente.
Imagen: Notihoy.com.