Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. 12 de Febrero de 2015
Hace cuarenta años José Antonio Abreu decidió hacer realidad un sueño. En los primeros días de febrero de 1975 reunió a un grupo de jóvenes músicos venezolanos con el fin de iniciar la formación de una agrupación que llevó por nombre Orquesta Nacional Juvenil Juan José Landaeta, semilla de donde germinó el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, mejor conocido como “el Sistema”, institución que hoy es admirada en el mundo entero, que ha sido replicada en más de 50 países, y que ha llevado a grandes maestros, como Simon Rattle, Director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, a decir que “no hay nada más importante en el mundo de la música que lo que está sucediendo aquí, en Venezuela”. Los delirantes triunfos de las orquestas emblemáticas del Sistema en las salas de concierto más importantes del orbe, y la excelencia de grandes músicos que se han formado en su seno, tales como Gustavo Dudamel, Diego Matheuz, Christian Vásquez, Rafael Payare, Edicson Ruiz, Francisco Flores y tantos otros que hoy son aclamados internacionalmente, dan fe del nivel de excelencia que ha alcanzado esa extraordinaria iniciativa que creó y dirige José Antonio Abreu.
Esa gran obra, sin embargo, no solo debe ser evaluada desde el punto de vista musical y artístico. La misma tiene que ser vista como un monumental programa social, que ha contribuido decididamente a la formación y desarrollo de dos millones y medio de personas que han pasado por sus aulas y centros de estudio, muchos de ellos procedentes de los grupos sociales menos favorecidos donde abunda la droga, el delito y la desesperanza. Actualmente acoge a 623.000 niños y jóvenes que rápidamente se transforman en orgullo de sus núcleos familiares y ejemplos a seguir en sus comunidades. La disciplina, concentración y coordinación que exige la interpretación orquestal y coral les enseña a trabajar en equipo, y los lleva a esforzarse permanentemente para alcanzar el nivel de excelencia requerido. La sana competencia, la necesaria constancia y el indispensable esfuerzo individual y de grupo forjan al joven, y le enseña desde muy temprano que la superación y el éxito solo se logra con el trabajo, la dedicación y el deseo de progreso. Adicionalmente, la formación artística y humanística que da la enseñanza musical contribuye a la formación integral de los niños y jóvenes, ofreciéndoles posibilidades de superación y mejores condiciones de vida.
El Sistema ha desarrollado una serie de iniciativas sociales que generan aliento y mejoran la calidad de vida de quienes participan en ellos. Uno es el Programa Académico Penitenciario, dirigido a los hombres y mujeres privados de libertad, a través del cual se les da la instrucción musical que les permite su participación en orquestas o coros. Ello, además de contribuir a reducir los niveles de violencia en las cárceles, le da a estas personas mayores posibilidades de progreso y de reinserción social una vez que recuperan su libertad. Otro programa está orientado a atender a niños o jóvenes con diversidad funcional o discapacidades físicas y cognitivas, en el que se utiliza la música como un instrumento para el desarrollo de potencialidades, de autonomía de acción o de inclusión social. Otro es el Programa de Atención Hospitalaria, que le ofrece formación musical a pacientes de temprana edad internados en hospitales por períodos prolongados, para quienes la música es una poderosa herramienta terapéutica que da esperanza de sanación y alivia las adversidades que padecen.
En medio de los contratiempos, calamidades, y zozobras que a diario se viven en Venezuela, la obra y los resultados del Sistema sobresalen como un rayo de luz y de esperanza, demostrándonos reiteradamente que el anhelo por lograr un país de progreso, concordia y sostenido desarrollo es un sueño posible, como lo fue aquel sueño de Abreu que comenzó a materializarse hace 40 años.
Imagen: guaromundo.com