Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 16 de marzo de 2009
Desde hace ya varios años se han venido produciendo ataques sistemáticos al aparato productivo privado, pudiéndose mencionar entre éstos la irracional política de controles de precios que ha condenado a trabajar a pérdida a múltiples empresas, llegándose a situaciones de congelación de precios por períodos de varios años, a pesar de estarse padeciendo una inflación creciente en el país que elevaba los costos de producción y distribución en forma intensa y sostenida. Esto, como es de esperar, ha acarreado problemas de desabastecimiento que han llegado a límites intolerables, como sucedió a comienzos de 2008, cuando hubo que ajustar los precios para incentivar la producción interna.
La política cambiaria implantada durante los últimos años también ha afectado a un sinfín de empresas, ya que la apreciación real de la moneda ha minado su capacidad competitiva frente a los productos foráneos. Al congelarse el tipo de cambio oficial durante cuatro años, a pesar de que nuestra inflación ha sido muy superior a la que padecen nuestros principales socios comerciales, los bolívares que hoy se requieren para adquirir un dólar preferencial compran internamente mucho menos de lo que se puede obtener con ese dólar en otros países, estimulándose así las importaciones. Eso ha llevado a que múltiples productores locales no puedan competir con los productos importados, por lo que cierran y desmantelan sus plantas, para transformarse en importadores de lo que antes producían, dependiéndose cada vez más de las importaciones; esto no implica mayores inconvenientes mientras se cuente con abundantes divisas para realizar las compras en el exterior. El problema surge cuando escasea la moneda extranjera debido a una reducción de las exportaciones, como la que estamos ahora padeciendo debido al colapso de los precios del petróleo. Entonces se dificulta seguir importando, entre otras razones porque las escasas divisas suben de precio (se devalúa la moneda local) y se encarecen los productos foráneos. Cuando esto sucede se intenta substituir las importaciones con productos locales, pero ello no es posible debido al desmantelamiento previo del aparato productivo interno, generándose problemas de desabastecimiento con el consiguiente aumento de los precios.
La injusta y arbitraria expropiación de fincas productivas con el falaz argumento de que se están “recuperando” tierras que pertenecen a la Nación, a pesar de existir pruebas inequívocas de legítima propiedad, también mina la capacidad de producción y limita la oferta de productos alimenticios. La entrega de esos fundos a comunidades de campesinos para que las exploten ha probado ser un fracaso, entre otras razones, porque esas personas no disponen de la tecnología, de la capacidad gerencial y de los incentivos necesarios para realizar una explotación exitosa de esas tierras.
Si a esto agregamos las estatizaciones de empresas productoras de bienes básicos como acero, cemento, productos agroindustriales y otros, las amenazas permanentes de expropiación a unidades de producción en plena actividad, y la imposición de controles a través de los cuales se determina qué se puede producir, en qué cantidades y a qué precio se puede vender, es fácil inferir las difíciles y complejas condiciones que tienen que afrontar los productores privados para realizar sus actividades normales, y los pocos incentivos para invertir que éstos tienen, fomentándose el desabastecimiento y la inflación.
Cuesta entender las razones que pueden motivar la implantación de esas políticas en circunstancias tan aciagas y difíciles como las actuales. Estos no son momentos para afrontar y destruir, sino para concertar y unir esfuerzos ante la adversidad que nos agobia.