Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 17 de enero de 2011
Después de dos años de recesión y altísima y creciente inflación, los voceros gubernamentales nos han vendido 2011 como de recuperación económica y de moderación inflacionaria. Si bien deseo que así sea, no creo realistas esas expectativas optimistas. Por el contrario, estoy convencido de que éste será un año difícil con alta presión sobre los precios, reducción de la capacidad de compra, limitadas posibilidades de empleo, y muy pobre desempeño económico.
Con respecto a la inflación, no veo razones para que este año la misma baje. Por el contrario, una serie de factores contribuirán para mantenerla en los elevados niveles del año pasado, o incluso superarla. El recrudecido acoso a la actividad productiva privada contribuirá a restringir la oferta local de bienes y servicios, pudiéndose presentar problemas de desabastecimiento en caso de que los controles de precios, producción y distribución arrecien de tal forma que condenen a los productores y comerciantes a trabajar a pérdida, o bajo condiciones muy adversas. También contribuirá a restringir la oferta la merma de la producción y de la productividad en las empresas expropiadas, ahora manejadas de forma cada vez más ineficiente por el Estado, así como los efectos por las pérdidas de cosechas y semovientes debido a las inundaciones de diciembre pasado. Si bien el gobierno puede intentar compensar esas mermas de oferta interna con importaciones, la devaluación reciente, combinada con el notable encarecimiento de los commodities a nivel mundial, particularmente los de origen agrícola, harán mucho más costosas esas compras foráneas, contribuyendo ello a elevar los precios de una serie de productos básicos, en especial los alimentos, siendo ilusorio pensar que estas presiones alcistas se puedan neutralizar con el recrudecimiento de los controles de precios anunciados por el gobierno.
La alta inflación, combinada con ajustes menos intensos de las remuneraciones, particularmente las de las personas que trabajan para el sector público, hará que, al igual que en los tres años anteriores, la capacidad de compra de los venezolanos se siga contrayendo, particularmente la de los más pobres, ya que la elevada inflación de alimentos y medicamentos a quien más afectará será al segmento de la población de menores ingresos. Esto, combinado con una generación de empleo cada vez más limitada, y con mayores restricciones de financiamiento bancario a personas naturales, hará que los gastos de consumo privado se mantengan reprimidos, o incluso continúen bajando. Por su parte, la formación bruta de capital fijo del sector privado seguirá cayendo, ya que serán muy pocos los que querrán invertir en un ambiente tan enrarecido y hostil hacia el sector empresarial como el que tenemos.
Nos debemos preguntar entonces qué puede generar una sólida recuperación económica si el consumo y la inversión continuarán constreñidos, y si el gobierno se empecina en imponer un esquema de producción que ha fracasado en todas las economías del orbe donde se ha implantado. Creo que la respuesta a esa interrogante no es alentadora, siendo lógico prever que la actividad productiva de este año seguirá mostrando una gran debilidad, haciendo que, en el mejor de los casos, se produzca un crecimiento marginal como producto de un rebote después de dos años de severa caída. Esto, de darse, no sería el inicio de una sólida recuperación económica que sacará a la economía de la postración en que se encuentra, sino más bien un evento circunstancial de poca significación.
Imagen: Huffingtonpost.es.